El Nobel del calentamiento

Martin Prieto en El Mundo
Cuenta la leyenda de Estocolmo que Alfred Nobel instituyó el premio de la Paz arrepentido de su invención del torpedo, arma demoledora en su tiempo y que ha llegado temible a nuestros días. Ya sería menos su dolor de corazón porque siguió disfrutando de las patentes de su tubo autónomo lleno de explosivos. Han variado éstos, pero no lo más importante, que es el sistema de navegación con hélices y giróscopos. Horrores de la guerra submarina. No menos trabajosa es la aspirantía al Nobel en cualquiera de sus variantes. En mi inocencia creí muchos años que bastaba culminar una obra meritoria para la Humanidad para ser acreedor al premio, ignorancia de la que me extrajo mi buen amigo Cela: hacen falta contactos, amigos hasta en el infierno, miles de cartas cruzadas, presiones de gobiernos y embajadas, todo, en suma, lo que no sabía hacer Jorge Luis Borges, y en lo que es laureado Al Gore.
El Nobel de la Paz es un premio más devaluado que los Príncipes de Asturias desde que se lo otorgaron a Henry Kissinger por aumentar los bombardeos sobre Vietnam del Norte para obligar a Hanoi a conversaciones de paz. La máxima de uno de los Roosevelt: «Habla bajo y lleva un buen garrote». El premio a Isaac Rabin y Yaser Arafat fue una risotada si hoy contemplamos lo que ocurre en Gaza. Rabin fue quien voló el hotel Ray David de Jerusalén provocando una matanza de oficiales ingleses, y Arafat quedó retratado cuando se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas con un pistolón en la cincha, y años mediante se negaría a firmar la paz con Barak en la casa de Clinton.
Recomiendo visitar en Tierra de Fuego el glaciar Upsala que retrocede cada año. En el cañón de piedra que ha formado desde miles de siglos se ven ahora las marcas de su falta de empuje, como la edad de los árboles en sus aros. Está claro que hace más calor, pero no se sabe si la Tierra se está calentando desde el Pleistoceno o estamos en un ciclo que nos devolverá más frío. Al Gore contamina con su mansión y sus industrias y cobra barbaridades por conferencia y gastos personales. No soporta perder el plano ante un inculto como Bush Jr. Vende su vídeo apocalíptico como Polanco vendía enciclopedias y le dieron un Oscar; ¿quién le niega un premio a un paladín del ecologismo?
El Príncipe de Asturias (otros palurdos) le lanzó a los pies del Nobel, que este año no tenía candidatos mejores. Algunos demócratas estadounidenses quieren aprovechar esta borrachera de horchata para postularle otra vez a la Presidencia. Ya es algo tarde, pero sería muy excitante ver a un Nobel de la Paz en la Casa Blanca.

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