Mesa por la libertad lingüística

La doble vida de Galicia (por Teresa Vargas en ABC)
La filosofía empieza, poco más o menos, mostrando una dualidad: uno es el mundo de las ideas, otro es el mundo de las cosas contantes y sonantes. El pensamiento platónico ha sido tildado de totalitarista en muchos puntos, verbigracia por sus consecuencias políticas, pues en su república ideal importan más las ideas que las cosas, importan más los grandes conceptos, como la justicia, el orden, el Estado, etc., que las personas reales, sus derechos y su felicidad. Entre muchos puntos fuertes de Platón, que tiene muchos, uno de ellos es que, por más que pasen los siglos, no pierde nunca actualidad. Es más, el paso del tiempo hace imprescindible su lectura, pues nos facilita mucho la comprensión del presente.
Hoy también vivimos encerrados en esa dualidad, la dualidad de las personas, los individuos, los sujetos privados y, sobre ellos, las organizaciones a las que pertenecen. En Galicia se observa un esfuerzo por no manifestar la opinión sobre determinados temas fuera del mundo personal. Pesan sobre nosotros lo que dirán los demás, lo que nuestro grupo u organización social interpretará, el rechazo que pueda causar. Por eso, lo que creemos en el mundo personal, lo silenciamos en el mundo institucional.
Así, los hombres de partido conversan en español por los pasillos, pero la puesta en escena en el Parlamento es en gallego; los claustros de profesores y las clases discurren en gallego hasta que suena el timbre y los periodistas se despojan del gallego cuando no están en antena. Ahora bien, la clave me la dieron los sindicatos (en español, de nuevo) cuando, una vez más, la mano que te dan a título personal, se vuelve un puño desde la «postura institucional». Este concepto define la hipocresía social debida a la falta de libertad de nuestro presente. «Postura institucional»: dícese de la impostura (postura no natural) que permite aparentar un mundo ideal aplastando legal, pero invisiblemente, las personas y sus derechos. La «postura institucional» defiende conceptos altisonantes que silencian la voz y el idioma de las personas concretas.
En nombre de Galicia, de la Patria, en nombre del idioma Gallego, se silencian, se acallan las opiniones y el idioma de la gente de carne y hueso. La única voz que se escucha es la de Galicia, la de la Xunta, que son las que tienen derechos, pero no la voz de los gallegos.
Cuando a Platón le preguntan por la felicidad y derechos de los hombres del mundo real, está resuelto a afirmar que eso es algo que hay que sacrificar para que el mundo oficial funcione. Cada uno de nosotros debemos cumplir con el papel que nos toca y callar, para que la Xunta siga su show.
Y lo cierto es que la libertad es una responsabilidad tan grande que nadie quiere soportar. Por eso preferimos creernos libres cuando, tras haber cumplido con nuestro papel, se nos recompensa y podemos elegir si bajamos a tomar unas cañas o vemos una peli en el cine. Esta es la insoportable levedad de nuestra libertad: libertad en privado, sin levantar la voz en público.

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1 comentario:

Isaeta dijo...

Totalmente de acuerdo con vosotros. Somos muchos los que vivimos en Galicia y queremos tener derecho a hablar castellano y a educar a nuestros hijos en esa lengua-