Los olvidados de Guinea
Unidad, Paz, Justicia, reza el lema de Guinea Ecuatorial, país africano que perteneció a España hasta el año 1968, cuando Franco les concendió la independencia. Los españoles que vivían allí tuvieron que regresar a la Península. Dejaron casa, trabajo y toda una vida. Volvieron con una promesa: la de obtener una compensación por sus posesiones perdidas. Aún siguen esperando. Marcos Rodríguez es presidente de la Asociación de Antiguos Residentes en Guinea Ecuatorial. Pasó 15 años en el país africano. Permaneció en el país «todo lo que pude», hasta que se vio obligado a instalarse en España «por la expropiación forzosa a los españoles». Le quitaron su oficina en Santa Isabel (hoy Malabo), la capital de Guinea, sus ocho coches («sólo conseguí traerme uno»), y todo lo que tenía. Así que, de repente, se vio en Madrid casi en la indigencia. Las empresas proporcionaban a los españoles un sueldo y una casa. Rodríguez recuerda que «vivíamos muy bien, sin problemas con los guineanos. De hecho, los negros querían que volviésemos porque estaban mejor con nosotros». «Para nada les explotábamos».
Guinea recibió la independencia el 12 de octubre de 1968. Ésta se selló con un abrazo amistoso entre Manuel Fraga y el primer presidente del nuevo país: Francisco Macías. Pero las cosas se complicaron. Llegó la expropiación forzosa y una oleada de violencia sacudió el país: muchas tiendas fueron saqueadas, los españoles fueron sometidos a fuertes presiones fiscales y las multas desorbitadas eran constantes. Los españoles tuvieron que huir. Entre empresarios y pequeños propietarios perdieron posesiones por valor de más de 12.000 millones de pesetas. Desde la llegada de Macías, la población española sufrió todo tipo de vejaciones. «Registraron nuestras casas -explica Rodríguez-, nos retenía la policía y algunos hasta fueron a la cárcel». El Gobierno de Franco preparó una operación de «emergencia» y envió varios barcos de la Armada. El «rescate» se produjo en Bata. «Fue una odisea dramática -recuerda Rodríguez-. Se establecieron unos vuelos especiales entre Santa Isabel y Madrid y se retiró el embajador».
Pero los que peor lo pasaron fueron los que no estaban en la capital: tuvieron que montarse en cayuco y arriesgar su vida dejando atrás todo. En Santa Lucía les esperaban los españoles que vivían en la capital para coger los aviones fletados por el Gobierno. La mayoría de ellos nunca volvió a Guinea. Y los que volvieron son hoy nuestros grandes olvidados.
Unidad, Paz, Justicia, reza el lema de Guinea Ecuatorial, país africano que perteneció a España hasta el año 1968, cuando Franco les concendió la independencia. Los españoles que vivían allí tuvieron que regresar a la Península. Dejaron casa, trabajo y toda una vida. Volvieron con una promesa: la de obtener una compensación por sus posesiones perdidas. Aún siguen esperando. Marcos Rodríguez es presidente de la Asociación de Antiguos Residentes en Guinea Ecuatorial. Pasó 15 años en el país africano. Permaneció en el país «todo lo que pude», hasta que se vio obligado a instalarse en España «por la expropiación forzosa a los españoles». Le quitaron su oficina en Santa Isabel (hoy Malabo), la capital de Guinea, sus ocho coches («sólo conseguí traerme uno»), y todo lo que tenía. Así que, de repente, se vio en Madrid casi en la indigencia. Las empresas proporcionaban a los españoles un sueldo y una casa. Rodríguez recuerda que «vivíamos muy bien, sin problemas con los guineanos. De hecho, los negros querían que volviésemos porque estaban mejor con nosotros». «Para nada les explotábamos».
Guinea recibió la independencia el 12 de octubre de 1968. Ésta se selló con un abrazo amistoso entre Manuel Fraga y el primer presidente del nuevo país: Francisco Macías. Pero las cosas se complicaron. Llegó la expropiación forzosa y una oleada de violencia sacudió el país: muchas tiendas fueron saqueadas, los españoles fueron sometidos a fuertes presiones fiscales y las multas desorbitadas eran constantes. Los españoles tuvieron que huir. Entre empresarios y pequeños propietarios perdieron posesiones por valor de más de 12.000 millones de pesetas. Desde la llegada de Macías, la población española sufrió todo tipo de vejaciones. «Registraron nuestras casas -explica Rodríguez-, nos retenía la policía y algunos hasta fueron a la cárcel». El Gobierno de Franco preparó una operación de «emergencia» y envió varios barcos de la Armada. El «rescate» se produjo en Bata. «Fue una odisea dramática -recuerda Rodríguez-. Se establecieron unos vuelos especiales entre Santa Isabel y Madrid y se retiró el embajador».
Pero los que peor lo pasaron fueron los que no estaban en la capital: tuvieron que montarse en cayuco y arriesgar su vida dejando atrás todo. En Santa Lucía les esperaban los españoles que vivían en la capital para coger los aviones fletados por el Gobierno. La mayoría de ellos nunca volvió a Guinea. Y los que volvieron son hoy nuestros grandes olvidados.
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