De Foz y Coz (por Carlos Luis Rodríguez)


Antes de cualquier otra consideración sobre este asunto, hay que detenerse en una que nos lleva de la mano al gran enigma del urbanismo galaico. Resulta que el alcalde socialista de Foz se ha convertido en un insumiso a las directrices marcadas por la conselleira [también socialista] Caride. Quiere que se hagan a toda costa (nunca mejor dicho) esas mil trescientas cincuenta viviendas en disputa, para lo cual primero desoye las advertencias, y ahora convalida la decisión.

Todo
esto lo hace en víspera de unas elecciones. A menos que el señor García Rivera sea un suicida, parece claro que actúa así porque entiende que ese proyecto que rechaza la Consellería el pueblo se lo aprueba. Si creyese que los vecinos repudian su modelo urbanístico y esas mil y pico casas, rectificaría, pediría perdón y se haría cofrade de la hermandad del urbanismo sostenible. Pero no lo hace.


Tampoco los regidores de los municipios vecinos. Es como si todos hubiesen llegado a la conclusión de que lo que sus ciudadanos demandan no son pueblos convertidos en parques naturales, sino nuevos Sanxenxos. No vale la objeción de las corruptelas como explicación de lo que ocurre en Foz o Barreiros. Bastaría con que los votantes rechazasen en las urnas a los impulsores del desarrollismo, para que el tipo de urbanismo cambiara. Con el simple funcionamiento de la maquinaria democrática, ni siquiera sería necesaria la intervención de la Xunta porque la gente se encargaría de depurar, con la papeleta, el ladrillismo socialista o popular. Pero no lo hace.

Que los pobladores de A Mariña no son raros lo demuestra la encuesta de Anova Multiconsulting, en el capítulo dedicado a las preocupaciones ciudadanas. Con la excepción de Vigo, que arrastra estos problemas desde la Reconquista, el desarrollo urbanístico no ocupa el primer lugar de las inquietudes. Hay un claro divorcio entre las prioridades de la clase política autonómica y las que tiene la calle.

Un
divorcio que tiene sus efectos colaterales en la rama socialista del Gobierno gallego. Sin irnos de Foz, queda patente la disonancia entre una conselleira Caride que litiga contra el alcalde, y un conselleiro Varela que lo disculpa al asegurar, con un estilo bizantino, que no existe infracción urbanística, sino algo que no es legal.


En Política Territorial reside la ortodoxia, la política más de laboratorio y la convicción de que los gallegos están indignados con las desmesuras constructoras. En Traballo, en cambio, hay un hombre del partido, próximo a la realidad, que sabe que no se puede irrumpir en el urbanismo como Jesucristo en el templo, entre otras razones, porque en medio de los mercaderes andan socialistas de toda la vida, que aportan votos en las elecciones y apoyos en los comités. El alcalde de Foz, por ejemplo.

Hablando de comités, parece bastante ilustrativo que el regidor insumiso reciba la tarjeta amarilla xunteira, sin que ningún órgano del PSdeG haya reprobado ni su actitud, ni el modelo de desarrollo que han impulsado durante estos años él y otros mandatarios socialistas. En sana coherencia con la cruzada que se lanza desde el poder autonómico contra los excesos urbanísticos, ninguno de ellos debiera optar a la reelección, ya que su política se está poniendo como símbolo del urbanismo conservador. Ahí siguen, sin embargo.

Conservador o progresista, por el momento es el que permite ganar elecciones. ¿Cómo se explica si no lo de las mil trescientas cincuenta viviendas?

vía El correo gallego

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