Por un sacerdote libre
Intentar explicar en pocas líneas las razones que
Antes de nada tenemos que recordar brevemente qué significa y de donde procede la palabra “celibato”. Es un vocablo que proviene del latín (caelebs-caelibis) y que significa “no casado”. Esta doctrina no ha sido fijada hasta el año 1139, cuando el Papa Inocencio II decretó el celibato obligatorio para todos los sacerdotes en respuesta a las preocupaciones acerca de la propiedad de los bienes de
Esto no debe de hacernos olvidar dos hechos objetivos que nos transmiten las Escrituras: que Jesucristo era célibe y que él mismo hablaba de la necesidad (que no de la obligación) de tener libertad para poder entregarse totalmente a la causa del Evangelio (Buena Noticia= Dios se ha hecho ser humano y nos ha prometido la salvación); que los que le seguían, también eran célibes (con la excepción de Pedro) y se entregaban por entero a la misma causa de Jesús. Esto fue así posteriormente, incluso San Pablo y muchos de los Santos Padres de
Personalmente creo que no hay razones suficientes para seguir manteniendo la obligatoriedad del celibato hoy en día. Es cierto que son muchas las personas que prefieren este estado de vida para poder desempeñar su trabajo pastoral con una entrega más grande, o porque se sienten más identificados con lo que Jesucristo (ejemplo de hombre total, y espejo en el que poder mirarse) ha realizado en su vida. Están en su derecho y merecen un aplauso, no por guardar el celibato, sino por esa entrega total de su vida por una causa en la que creen. No por ello ser célibe significa estar castrado y no poder tener una vida sexual integrada y sana (celibato no va en contra de una sexualidad integral que es fundamental en todo ser humano). Pero este sería otro tema relacionado con este, del que podremos hablar en otra ocasión.
Pero independientemente de todo esto, que es verdad, y partiendo de que el celibato es un “don peculiar de Dios” (Código de Derecho Canónico, c. 277), tenemos que decir que no todos los que se sienten llamados a la vocación sacerdotal, reciben al mismo tiempo este don del celibato. Esto bajo mi punto de vista es fundamental. Habrá candidatos al sacerdocio que sí reciban este don (gracia, regalo…) pero los habrá que no lo sientan así y que se ven “forzados” a entregar su vida como sacerdotes, servicio hacia el cual se sienten llamados profundamente, viviendo el celibato, que no sienten como don, ni como gracia, sino como imposición y condición “sine qua non” para poder ser sacerdotes.
Puede ser que la abolición del celibato obligatorio traiga consigo una serie de problemas, discusiones, y replanteamientos dentro de
3:1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. 3:2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; 3:3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; 3:4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad 3:5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); 3:6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 3:7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
Nota 2.- 3.2 Ser esposo de una sola mujer: Esta expresión, como también la aplicada a las viudas en 1 Ti 5.9, probablemente debe entenderse en el sentido de no haberse casado por segunda vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario