Entrevista a Sánchez-Dragó

Entrevista a Sánchez-Dragó (vía UDE Liberal)

Hace unos días tuve la oportunidad de entrevistar, a Fernando Sánchez Dragó. Con él pasé, junto con mi compañero Arturo, una mañana en su casa de Madrid entre cajas de libros, papeles, cuadros orientales, alfombras, colores, coloretes y colorines, estanterías repletas y un entrevistado a gusto y con ganas de hablar.

Cuentas que se te ocurrió el libro cuando en febrero del 56, acusado, con razón, de haber orquestado en la Universidad la primera sublevación antifranquista, el comisario Conesa te soltó que eras un resentido porque “nosotros matamos a tu padre”…
Sí, efectivamente yo me enteré por boca de Roberto Conesa, en un momento de alto dramatismo, de que a mi padre no le habían matado los hunos sino los hotros, porque nadie me lo había explicado. A mí, como a Hamlet, se me engañó, no digo que voluntariamente pero, en fin, por dejadez, por distracción… fue pasando el tiempo y resultó que no sólo no conocí a mi padre sino que se me escamotearon las circunstancias de su muerte. Y fue en ese momento, detenido por la Brigada Político-Social, cuando decidí escribir este libro que hasta ahora, cuando ya todo el mundo ha muerto, me he puesto a escribirlo.

Hablas de las muertes paralelas. ¿A quién te refieres exactamente?
A los que me refiero es a los que murieron por unas determinadas ideas pero que murieron en la retaguardia, es decir, por asesinatos, por rencillas, por ajustes de cuentas… que es lo más terrible de las guerras civiles. Y ahí caben las dos figuras emblemáticas de mi libro: mi padre y José Antonio, porque mi padre, que era un hombre de derechas, lo mata la derecha y, sin embargo, a José Antonio, al que dedico 130 páginas de mi libro, que era en realidad ideológicamente de izquierdas –su programa político era: nacionalización de la banca, reforma agraria, justicia social…- lo matan las izquierdas. Por eso son dos muertes asimétricas y estremecedoras.

¿Crees que con el paso del tiempo ha llegado a diluirse el guerracivilismo en España?
Pues parecía, cuando se hizo la Transición que así había sido pero en estos momentos el guerracivilismo está otra vez en la calle con un paralelismo, además, portentoso entre lo de entonces y lo de ahora. Desde luego, no va a haber una guerra civil –entre otras cosas porque la gente tiene nevera y coche-, pero lo que fueron las grandes líneas de fuerza que condujeron a la guerra están todas otra vez de actualidad por culpa del partido socialista: la pugna con la iglesia, descontento en el ejército, la enseñanza, los separatismos… o sea que, realmente, los grandes vectores de la guerra civil siguen vivos, lo cual es algo estremecedor. Ahora, es verdad que la derecha y la izquierda se han diluido en todo el mundo porque las dos se han acercado mucho, moviéndose en un mismo caldo de cultivo socialdemócrata, y las diferencias son mínimas. La lucha de clases ha terminado, ya no hay proletariado, lo cual desespera tremendamente a la izquierda, que ya no tiene bolsas electorales y lo que hace es buscarlas a cualquier precio, apuntándose a lo que sea aún a riesgo de negarse a sí misma: el Islam, los homosexuales, la ecología y, sobre todo, los inmigrantes.

En tus escritos criticas especialmente la izquierda. En este que tengo aquí, hablas de ella como caracterizada por “la moral de los esclavos, el clan de la servidumbre, la cultura de la queja, la hermandad del Santo reproche, la cofradía de la Santa Pobreza y, en definitivamente, el miedo a la libertad”. Siendo así, ¿porqué crees que, sin embargo, goza de tan buena prensa?
Mira, yo he estado dentro de la izquierda y la conozco muy bien. Y es una postura que proviene de la falsa idea típicamente católica de que es más difícil que un rico entre en el Reino de los cielos que por el ojo de una aguja, lo cual es una estupidez mayúscula. Eso de pensar que todo pobre por ser pobre es bueno y todo rico por ser rico es malo… pero hombre ¡por el amor de Dios! Por lo pronto, en líneas generales, si hubiera más ricos habría menos pobres porque los que crean la riqueza, los que generan más trabajo, los que contribuyen a redimir a los pobres no son los pobres, que suelen odiarse entre sí y atizarse, sino los ricos. Así, con la izquierda tenemos eso de “dime de qué presumes…”. Siempre es lo contrario de lo que presume. Todo lo hace mal. Todo, menos una cosa: la propaganda, en la que es especialista. Que un régimen como el de Stalin, que es el más abyecto de la historia de la humanidad, con sus 100 millones de muertos, durante décadas y décadas fuera apadrinado y defendido a ultranza hasta el sonrojo por los nombres más famosos, más claros y egregios de toda la intelectualidad del mundo occidental es algo que verdaderamente pasma, y que se debe a la enorme habilidad de propaganda que tuvo la izquierda y que sigue teniendo. Fíjate cómo el hecho de que el gobierno de José María Aznar, que ha sido en mi opinión el mejor de la historia de España, fuera electoralmente derrotado por un movimiento de sentimentalismo atizado por determinadas tribunas mediáticas y que una mayoría de españoles votara con el corazón en lugar de con la cabeza indica hasta qué punto la izquierda sigue siendo hábil en esto.
Y, en cambio, la derecha es de una torpeza inenarrable. La derecha nunca se atreve a jugar sus cartas. Yo, hace unos meses, me puse por curiosidad a elaborar una lista de intelectuales de centro-derecha que hay en España y me salieron como 70 nombres de muchísimo peso a los que la derecha siempre ha abandonado y, en cambio, la izquierda imagínate. Ahí tienes a mi buen amigo Joaquín Sabina, que termina dando el pregón de Madrid, lo cual me parece muy bien, pero es algo que jamás la derecha me encargaría a mí o a cualquiera de esos que aparecen en mi lista. Así les va.

¿Y qué es lo que te hizo cambiar?
Bueno, yo en realidad nunca fui de izquierdas. Fui antifranquista. Yo, a los 18 años, quería ser Hemingway, y la única aventura que podía correr por aquel Madrid de la época era la del antifranquismo, así que me hice antifranquista, porque era lo más extremo que se podía ser y porque me encantaba ir a la cárcel y todas esas cosas que para mi eran grandes aventuras, como las que había vivido Hemigway en el Kilimanjaro.
Sin embargo, yo en este libro cuento cómo estando detenido cayó en mis manos un número del Paris Match en el que venía un test de estos cartesianos, muy franceses, para averiguar las ideas políticas de cada uno. Yo rellené todas las casillas con absoluta sinceridad y cuando contabilicé los datos salió que yo era un liberal de centro derecha, ante lo que quedé sorprendidísimo. Ya te digo que yo ni había leído a Marx ni nada, y sí me acuerdo, en cambio, que era, como lo sigo siendo, un enemigo a muerte de los impuestos. Por eso digo que mi paso por la izquierda, pues, fue puramente circunstancial, nada ideológico.
Y después, sí, hubo una serie de cosas que me hicieron caer definitivamente del caballo. Siendo yo familia de auténticos paladines del periodismo español, y valorando como valoraba desde la infancia la libertad de prensa me encontré, por ejemplo, que estando en la cárcel, sin tener acceso a los periódicos de la calle, conseguí que un funcionario de prisiones me dejara el Ya. Al irse, lo dejaba abandonado encima de una camilla y yo me apoderaba de él disimuladamente para leerlo con enorme fruición, hasta los anuncios con palabras, y luego se lo pasaba a los compañeros. Bueno, pues, joder, cuesta trabajo creer estas cosas, pero a la semana de esto me llama la dirección del partido en la cárcel, a la que yo me había negado a pertenecer, y me dice que los muchachos se desmoralizan si leen aquello y que no era tolerable, así que como no podían evitar que yo lo consiguiera y lo leyera, que hiciera el favor de pasárselo inmediatamente a ellos, que habían elaborado un comité de censura para, sobre la base de las noticias del Ya, elaborar un boletín que sería el que podría pasarse a los compañeros detenidos. Esta fue la primera vez que salí del partido.
Y a partir de ahí, fui entrando y saliendo, porque me necesitaban y me llamaban continuamente –yo era el gran banderín de enganche, el que hablaba en los mítines, el que se llevaba a las chicas…-, a pesar de que me odiaban, y me iban poniendo en una especie de congelador, porque echarme no llegaron a hacerlo nunca.
Fíjate que me acusaron hasta de tener contactos con anarquistas, veleidades troskistas y ¡relaciones inmorales porque vivía con una chica con la que no estaba casado! Recuerdo que Enrique Múgica, que entonces era camarada mío del partido, me llamó cuando me separé de mi primera mujer para conminarme inmediatamente a que volviera con ella porque los comunistas teníamos que dar ejemplo de respetabilidad burguesa. Imaginarás que todo esto iban siendo gotas de agua que fueron haciendo colmar el vaso.
Y ya cuando definitivamente los envié a tomar por saco fue cuando llegué a la Guerra de Vietnam en 1968 y me di cuenta de que aquella era una guerra inventada por los aparatos de propaganda del Partido Comunista. Recuerdo que los periodistas estaban todos viviendo a 6000 kilómetros de Saigón, en Laos, viviendo perfectamente, usando un currito –como se ve en la película Los gritos del silencio, en Camboya- e inventando historias románticas. Y cuando yo me di cuenta de que los comunistas eran tan odiados en Vietnam, o más, que los americanos fue cuando dije “se ha acabado”. Y eso fue en el 68, o sea que ya ha llovido. Sin embargo, al haber estado con ellos, me toman como un renegado y un traidor, al que siguen dirigiendo constantemente sus fuegos de artillería.

Por cierto, ¿erais tantos como se cuenta ahora?
Nada, nada, cuatro gatos. Cabíamos todos en un autobús. Mira, cuando sacamos a la Universidad de Madrid a la calle, que salieron 10.000 personas, te aseguro que lo hicimos entre quince personas. No nos lo creíamos. No comprendíamos cómo los cuatro que conspirábamos jugando al mus en las tabernas sacamos a tantas miles de personas.

Además de atizarle al comunismo y al socialismo real, hay que decir que en absoluto te detienes ahí sino que le pegas duro también al Estado de bienestar y a la socialdemocracia. En tu carta de Jesús al papa tiene párrafos demoledores…
Bueno, yo soy nietzschiano, no tengo una visión igualitarista del ser humano, pienso que todos los individuos son diferentes y, por lo tanto, creo que hay una pirámide, que hay una jerarquía natural, una aristocracia. Entonces, desde ese punto de vista, un estado en el que se nos pretende allanar a todos por abajo y convertirnos en personas exactamente iguales me parece un aborregamiento que es lo contrario de mi visión del ser humano como un héroe que lucha contra la adversidad, que se conoce y se sobrepone a sí mismo y que es hijo de sus actos. Por el contrario, en este estado actual resulta que inmediatamente de todo lo malo que le sucede a uno es el rico, el vecino, el jefe del gobierno… y los individuos, en lugar de seres autorresponsables, se convierten en esclavos y resentidos.
Así que esto de bienestar no tiene nada. El bienestar está una sociedad libre en la que se permite que la gente pueda prosperar, pero no esto que tenemos. Si es que esto son estados comunistas. Fíjate que soportamos una presión fiscal en Suecia de un 90% y en España de un 75%, y eso es, sin necesidad de asaltar el palacio de octubre, la revolución comunista ¿pero cómo es posible? Estamos todos en un estado de confiscación insoportable que nos lleva al hundimiento económico.
Por ejemplo, la última vez que he estado en Japón, hace pocos meses, me encontré con que es casi imposible cambiar euros. No los quiere nadie. Tuve que hacer una procesión y en el duodécimo banco, por caridad -como son muy educados-, pues me dijeron “se los vamos a cambiar pero nos vamos a quedar con el 26% porque no creemos en esta moneda”. Y aquí, en cambio, todo el mundo está mirándose el euro convencidos de que Europa es un espacio de prosperidad, cuando en estos momentos lo que verdaderamente es un espacio de prosperidad es el sudeste asiático –Japón, Corea, la India…-.
Yo, que viajo a esta zona varias veces al año, tengo la misma impresión ahora al llegar a Europa que tuve en los años 60 al llegar a Bombai. Esto se va al diablo y es precisamente la izquierda la que está suministrando abono para que se produzca un nuevo planteamiento de los fascismos de hace años con todas esas cosas que te comentaba antes: el Islam, los homosexuales o la inmigración, sobre todo, con los subsidios y el derecho de voto…

Ya sabes que ahora hasta Esperanza Aguirre se apunta al carro del derecho de voto…
Esperanza que vive aquí precisamente, al otro lado de esta pared (Fernando golpea el tabique entre risas…). Bueno, Esperanza yo creo que es una liberal de pro, lo que pasa es que es una liberal que está hipotecada por la situación, que está en un partido lleno de socialdemócratas en el que sólo ella representa el verdadero liberalismo. Yo reconozco que soy muy partidario suyo, además de Vidal Cuadras que, desgraciadamente, no pinta nada en el partido pero que es uno de los mejores intelectuales de este país. Pero Esperanza sí pinta mucho. De hecho, si Rajoy no gana las próximas elecciones yo creo que va a ser la primera jefe de Gobierno mujer que tenga España y bienvenida sea. Esto el PSOE lo sabe muy bien y por eso la maltrata y la calumnia como lo hace. Desde luego, es mi político favorito.

Cuando colgué este artículo en nuestro blog se cuestionó mucho tu ideario. Hubo, incluso, quien dijo que eras un falangista…
(Da un respingo, casi se levanta y se lleva las manos a la cabeza) ¿Pero cómo voy a ser falangista si la falange es de izquierdas, por favor? Ahora bien, eso no quita para que aprecie la figura de José Antonio, que yo creo que fue, de todos los personajes de la guerra civil, el más limpio, el más noble y el más fascinante. Por tanto, ¿puedes decir que soy joseantoniano en cuanto a admiración personal?, pues puedes decirlo, pero eso no me convierte en modo alguno en falangista. No tengo nada en común con ellos. Nada. Su ideología me es completamente ajena. El fascismo y el comunismo son las dos caras de una misma moneda.

¿Eres entonces liberal?
Sí, soy liberal. Cada vez más. Liberal a ultranza. Mi España es la España del liberalismo, de las Cortes de Cádiz, de Cervantes, la España de las libertades… de esa España sí soy.

De esa España que nació y no ha sido, que diría Machado…
Efectivamente. Pero a mí me gustaría aclarar que cuando digo en este libro que lamento profundamente haber nacido español quiero decir que yo no tengo bandera, que no tengo patria, pero tengo tierra. Soy Juan sin patria, pero no Juan sin tierra. Tengo tierra, y mi tierra es Soria. Y tengo lengua, y mi lengua es el español y ay de quién me toque el español. Y tengo raíces, y usos y costumbres, y me gusta el vino, y voy a los toros y mis hijos han nacido aquí. O sea, que yo tengo tierra. Lo que no tengo son banderas, ni etiquetas, ni dioses, ni reyes. Me considero un liberal porque soy un hombre libre. Soy nemo frente al cíclope.

Sin embargo, yo no veo la connotación negativa del patriotismo como un sentimiento diferenciado del nacionalismo…
Nada. No lo puedo entender. De la misma manera que no entiendo que uno sea de un equipo de fútbol ¡No lo puedo entender! No me cabe en la cabeza cómo uno es soriano y se alegra de que vengan, no sé, muchos turistas a las fiestas de San Juan… pero, ¿porqué se produce esa identificación? Es algo que está más allá de mis entendederas. Yo, por supuesto, cuando tenía 13 añitos era del Madrid, pero luego crecí. Y me parece de un enorme infantilismo identificarse con una bandera, con un equipo de fútbol o, en definitiva, con la colectividad.

Sigo sin verle el peligro…
Pero, ¿cómo?... Pues tiene el peligro de que en cuanto las gentes se agrupan el individuo se convierte en chusma. El pueblo deja de ser pueblo y se convierte en populacho.
Esto pasó, precisamente, en las manifestaciones contra la guerra donde, en teoría, acudían en favor de la paz y terminaban luego tirando piedras, insultando, increpando, apostrofando las sedes del PP… Yo quedé francamente horrorizado la única vez que fui. Y eso, en cuanto dos personas se juntan, es lo que sucede, al hombre le sale la fiera. En cambio, de uno en uno, no. A mí todo lo colectivo me es ajeno.

Niegas entonces que pueda haber un patriotismo liberal…
Pero, ¿porqué?, ¿qué es una patria?, ¿qué es España?, ¿qué es Europa?, ¿qué es una frontera?... Nada. Yo salgo a la calle y veo personas. Unas más guapas, otras más listas… pero no entiendo qué son todas esas cosas. Vale que uno se identifique con su pueblecito, con sus olores, con sus raíces… pero eso de la patria… son conceptos vacíos, son abstracciones, eso que los escolásticos llamaban flatus vocis. Así que no me lo expliques porque no lo entiendo. Nací así. Lo siento. Sólo de pensar en esas manifestaciones que se organizan cuando se gana una copa cualquiera… ¿pero a mi qué cojones me importa? Podrán alegrarse si se ha jugado bien y se ha dado un bonito espectáculo pero si no…. No entiendo que la gente se alegre con eso.

Trato de intentar rebatirle pero nos da la risa y lo damos por zanjado. Paso a otra cosa. Vamos con el capitalismo. Te he leído duras críticas contra él, aun diciendo que eres liberal…
Bueno a mi lo que me gusta es lo que está pasando en el sudeste asiático donde, sin necesidad de calzarse la caperuza de capitalista ni comunista, lo que hay es fundamentalmente inocencia, no tienen pecado original, los niños no nacen culpables como nacen entre nosotros y, por lo tanto, no están condicionados por el sentimiento de culpa que es lo que convierte al hombrecito occidental en un esclavo. Y por otra parte, como no tienen ese sentimiento, actúan con libertad y son egoístas, que es lo que defendían los filósofos ingleses cuando afirmaban que la única salvación que tiene la sociedad es el egoísmo…

Pero bueno, eso es precisamente el capitalismo, ¿no?, todo aquello de Adam Smith y la famosa benevolencia del carnicero…
Sí, sí… Yo soy adamsmithiano furibundo. Los únicos filósofos del mundo occidental –a parte de los grandes clásicos- que me gustan son los filósofos ingleses porque están cargados de sentido común. Efectivamente, si uno defiende su territorio bien, sin atacar al prójimo –entre otras cosas porque no es rentable-, si todos buscamos nuestro propio egoísmo inmediatamente la sociedad prospera. En cambio, como queramos hacerla prosperar toda al mismo tiempo sucede lo que está sucediendo, que nos vamos a pique. Entonces, sencillamente, como no ha habido judeocristianismo en los países orientales hay una sociedad que libremente crece, que libremente se esponja y que no está condicionada por ese brutal sentimiento de culpa del que te hablaba antes.

Tú ves aquello entonces como una especie de capitalismo puro, libre de la cargazón de connotaciones negativas de origen religioso que, a tu modo de ver, mancha el capitalismo que pueda darse en Occidente…
Bueno, pues sí. Sería un capitalismo puro donde efectivamente se reconozca a cualquier persona el derecho a ser ella misma, el derecho a crecer, el derecho a enriquecerse… Y yo creo que el resultado de eso es bueno para todo el mundo. La gente se siente mejor, se siente más libre y es más rica.
Y todo esto es verdad. Tú llegas a esos países y te encuentras con gente honrada y trabajadora, que es algo que no dice nadie. Sin embargo, desde aquí se llevan las manos a la cabeza: “oh, el obrero chino que trabaja en no se qué circunstancias…”, y nadie dice que allí cuando una persona trabaja lo hace a conciencia, no existe la chapuza generalizada y, sobre todo, no existe la sopa boba. A mi, cuando llego a esos países, y digo que soy español o europeo siempre me dicen lo mismo: “ah, esa parte del mundo donde la gente vive sin trabajar”, y es verdad. En Europa la mayor parte de la gente no trabaja y quienes lo hacen trabajan poco y mal, a costa de ese enorme monstruo que es papá estado. Allí no. Trabajan y trabajan bien. El resultado de honradez y laboriosidad es igual a prosperidad. No falla. Tardará más o menos, pero llega.

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