Os adjunto una pequeña introducción y 4 entrevistas a este ecologista al que Foreign Policy sitúa como el 14º intelectual más destacado del mundo y Time entre las 100 personas más influyentes. A lo mejor no estamos de acuerdo con todas sus conclusiones (aunque está muy bien documentado), pero , en todo caso, que no decidan por nosotros si tiene un 40 o un 90 % de razón. ¿Por qué censuran a una persona tan importante y famosa en las televisiones? Que nos dejen decidir por nosotros mismo. Llama la atención que en el Telediario ecologista de la 2 censuren el enorme impacto que ha tenido Lomborg en los últimos 5 años. La mayor parte del programa dedicado al medioambiente, y nos ocultan la revolución que ha supuesto el libro de este exmiembro de Greenpeace. Aunque el archivo es largo, leed al menos las 3 primeras páginas.
Bjorn Lomborg –El ecologista escéptico
Bjorn Lomborg se describe a sí mismo como una persona de izquierdas y antiguo miembro de Greenpeace que, en 1997, leyó una entrevista al genial Julian Simon, profesor de la Universidad de Maryland. En ella, Simon indicaba que nuestro conocimiento sobre el medioambiente era muy básico y generalmente erróneo, basado en estadísticas poco fiables. El mundo estaba mejorando y no empeorando: no estamos acabando con el agua, con los combustibles fósiles, con los bosques, con la comida, con la pesca, no desaparecen miles de especies cada año, el agua y el aire están cada vez menos contaminados. Lomborg se sintió espoleado, compró libros de Simon y puso a trabajar a 10 de los mejores alumnos de sus clases de Estadística en la Universidad de Aarhus para refutarlas. Sin embargo, sus estudios confirmaron, en su mayoría, las conclusiones de Simon. Esto llevó al profesor danés a publicar cuatro artículos en los diarios de su país con gran impacto en el debate medioambiental. Ese éxito le llevó a producir este libro, mucho más amplio y documentado.
El pecado de Lomborg ha sido estudiar cada uno de estos asuntos y llegar a la conclusión de que no es para tanto. Y lo ha hecho empleando las estadísticas más oficiales disponibles, las de la ONU, la FAO, el Banco Mundial, la EPA, la OMC, el IPCC... es decir, exactamente las mismas que emplean los ecologistas como soporte de sus temores. Bjorn demuestra que casi todos los indicadores, cuando se observan a escala global y a largo plazo, muestran una evidente mejoría. No obstante, también se encarga de precisar y repetir incesantemente un pequeño matiz: el que las cosas mejoren no significa que estén lo suficientemente bien. Un ejemplo claro es del hambre en el mundo. Desde 1970, la tasa de población afectada ha descendido a la mitad (del 35 al 18 por ciento), y en términos absolutos el número de hambrientos ha descendido desde 920 millones de personas a 792. ¿Significa esto que estamos ya bien? Por supuesto que no, pero lo que indica es que estamos mejorando a bastante velocidad y que debiéramos tener en cuenta que lo que se está haciendo actualmente quizá no esté tan mal hecho como se denuncia. Obstinarse en no reconocerlo podría llevarnos a cometer errores que rompieran esta tendencia favorable.
Normalmente, Lomborg se muestra educado con los posibles errores ajenos, aunque en ocasiones parezca costarle un mundo. Es probable que hayan escuchado en más de una ocasión la cifra de 40.000 especies extintas cada año. Pues bien, esa cifra fue inventada por un científico llamado Myers sin aportar evidencia alguna y repetida desde entonces como la verdad absoluta. Es cuando descubre cosas como ésta cuando a nuestro escritor le tiembla la pluma de indignación. Por ejemplo:
— No estamos acabando ni con la energía ni con los recursos naturales, como lo demuestra el hecho de que la esperanza de vida al nacer ha pasado de un promedio mundial de
— Aunque hay un leve calentamiento global, las previsiones al uso sobre su evolución resultan abrumadoras. Y el intento de ir a un menor consumo de combustibles fósiles, puede hacer real el aforismo de que “es peor el remedio que la enfermedad”.
— La desaparición de especies no es tan grave, y en vez de incidir sobre el 20 o el 50 por 100 de las existentes, sólo dañaría un 0,5.
— La lluvia ácida no está matando nuestros bosques, y el agua y el aire que nos rodean están cada vez menos contaminados.
En suma, para Lomborg la situación de la humanidad ha mejorado en prácticamente todos los indicadores, y sobre todo en el número de los que pasan hambre; pues entre 1970 y 2000 la proporción se redujo del 35 al 18 por 100 de la población mundial; previéndose que en el 2010 la cota podría situarse en el 10 por 100.
Entrevista en La Vanguardia al ex-miembro de Greenpeace Bjorn Lomborg (30/08/2004)
Los libros y artículos de este antiguo miembro de Greenpeace hoy denostado por los ecologistas se han hecho un hueco notable: en 2001, Lomborg (1965) fue seleccionado “Líder Global para el Mañana” por el Foro Económico Mundial. En 2002, Anders Fogh Rasmussen le hizo director del Instituto de Asesoramento Ambiental danés, y “Business Week” lo considera uno de los nueve creadores de agenda en el continente. En mayo, encabezó las reuniones del Consenso de Copenhague, un panel de expertos mundiales que determinó los problemas pritoritarios del siglo XXI: el sida, la malaria, la malnutrición y las barreras al comercio. El protocolo de Kyoto fue tachado de mala política.
El mundo no se acaba. Y su problema prioritario no es el calentamiento global, sino la pobreza, la malnutrición y enfermedades como el sida y
ENTREVISTA:
¿No debemos preocuparnos tanto por el medioambiente?
B.L.: Podríamos estar mucho mejor, pero avanzamos en la dirección correcta. Muchos científicos y medios de comunicación prefieren hablar más de cosas que nos quedan por resolver que de las que hemos estamos resolviendo. Las malas noticias venden más que las cosas importantes. Las estadísticas dicen que vivimos mejor, más tiempo, más sanos, con más tiempo libre y más educación que nunca. Y los indicadores ambientales mejoran. La polución ha caído acusadamente en las últimas tres décadas. En España, las partículas contaminantes del aire han caído un 34%, y esas sí matan a gente.
Afirma que las estadísticas corroboran la idea de los países pobres contaminan más.
B.L.: No se trata sólo de pobreza, también de iniciativa política, pero la cuestión es que si eres pobre y te mueres de hambre, no te preocupas por el medio ambiente. Los mayores contaminadores son países en vías de desarrollo que no pueden permitirse estas preocupaciones.
B.L.: Hoy hay más gente que nunca alimentada, y mejor que antes. La proporción de gente hambrienta ha pasado del 35 al 18% y más de 2.000 millones de personas ya no pasan hambre. Hemos resuelto en un alto grado el problema. Quedan 800 millones de personas que aún lo padecen, pero no por falta de comida, sino de dinero para comprarla. De lo que hemos de preocuparnos es de hacer a la gente pobre más rica.
Por el agua y su control se anuncian guerras para este siglo.
B.L.: El agua es escasa, pero no nos estamos quedando sin ella, aunque hay que administrarla adecuadamente. Israel tiene poca agua, pero buenos niveles de vida, la usan bien. Pero cuando eres muy pobre es mucho más difícil obtener agua y gestionarla. Por ejemplo, Kuwait obtiene el 50% de su agua por desalinización, pero desalinizar utiliza mucha energía, que hay que poder pagar. Otra vez el problema de
¿El petróleo tampoco se agota?
B.L.: Es una idea de los 70. Usamos más, pero somos mejores en hallar nuevos yacimientos, y lo usamos mejor. Lo sustituiremos por la fusión nuclear y energías renovables baratas y mejores. Igual que la Edad de Piedra no terminó por falta de piedras, es improbable que la del petróleo acabe por falta de crudo.
Ataca lo que denomina ideas exóticas sobre la contaminación.
B.L.: Hay una tendencia a preocuparse por cosas nuevas y exóticas, e ignorar los hechos simples y conocidos. Lo que realmente mata a la gente es la polución atmosférica, que se produce hace siglos, desde que quemamos madera. Entre el 86 y el 96% de todos los beneficios sociales que se obtienen regulando la contaminación proceden de aminorar la polución atmosférica. Es la que más daño hace y, pese a lo que oímos, se está reduciendo en Occidente desde hace años. Londres nunca ha estado tan limpio como ahora desde 1585. En los países en desarrollo ha aumentado, pero mejorarán cuando aumente
¿Y no hay peligro químico?
B.L.: Está de moda. Mucha gente se preocupa por la polución orgánica, cuando sus consecuencias son pequeñas. Se estiman 20 muertos al año en EE.UU. por contaminación química. Los pesticidas matan a alguna gente, pero nos ahorran más de 100.000 millones de dólares al año. Acercan los vegetales a la gente pobre. Si no fuera así, en EE.UU. habría 26.000 muertos por cáncer más cada año, ya que la dieta es responsable del 35% de los cánceres y habría gente que no podría comprar mucha fruta y verdura. Son veinte muertos frente a 26.000. Es importante cuantificar para decidir.
¿Cómo ve el protocolo de Kioto?
B.L.: Deberíamos ser muy cuidadosos con las decisiones sobre el calentamiento global. Es un gran problema, pero hoy podemos hacer poco para cambiarlo, y a un coste altísimo. Kioto supondría reducir las emisiones de CO2 en un 30% para el 2020 en el mundo desarrollado. Pero aunque todos cumplieran, eso sólo retrasaría seis años las emisiones previstas para el 2100. Y mientras, sacrificaremos casi el 2% del PIB anual para cumplir. Los 150.000 millones de dólares que costará como mínimo Kioto son el triple de la ayuda al desarrollo actual. Con el presupuesto de sólo un año, el Tercer Mundo podría tener agua potable. Podríamos usar el dinero de Kioto de manera más útil invirtiendo en los países en desarrollo, lo que redundará en que disminuyan su contaminación. Además, dado lo costosa que es hoy la reducción del CO2, sería mejor dedicar parte de nuestros esfuerzos a investigar fuentes energéticas menos contaminantes. De nuevo, hay que mostrar a la gente las prioridades verdaderas.
Afirma que “lo que importa es que el futuro no esté determinado por el marco del IPCC (el Panel Internacional para el Cambio Climático), sino por el de la OMC”.
B.L.: El calentamiento global no es el mayor de los problemas del mundo. Analizado en términos de coste-beneficio, no nos damos cuenta de los grandes efectos que tendría algo tan simple como que todo el mundo tuviera agua potable limpia. Acusamos a nuestros mercados y nuestra agricultura de los problemas, pero los mercados son la solución para resolver algunos. Si recortamos las enormes ayudas agrícolas de Europa y EE.UU. beneficiaremos a nuestras sociedades y a las sociedades en desarrollo rápidamente. Si queremos dejar a nuestros herederos un mundo mejor, es fundamental que nos centremos en
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1 comentario:
http://www.lomborg-errors.dk/
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