Abraham Lincoln, la construcción de un mito

Por Fernando Díaz Villanueva

De las cuatro decenas largas de presidentes de los Estados Unidos de América, el más celebrado de todos ellos es Abraham Lincoln. A diferencia de Washington, Jefferson, e incluso Reagan, que disfrutaron de largas y no siempre serenas magistraturas, Lincoln gobernó sólo cuatro años, exactamente los mismos en los que se desarrolló la guerra de secesión, severo trauma que desangró la todavía jovencísima Norteamérica entre 1861 y 1865. Ha pasado a la historia como justiciero libertador de esclavos, impenitente demócrata que luchó por la unidad de su país y como compendio de todo lo bueno y justo que aquella gran nación ha dado al mundo.

Pocos, sin embargo, saben que, en el país de la libertad de prensa, cerró más de 300 periódicos, o que era despótico en la forma y racista en el fondo, o que se lo comía la ambición por el poder. Casi nadie conoce que el hombre que dictó la Proclamación de Emancipación de los esclavos negros se significó públicamente a favor del esclavismo. Nada de esto se sabe porque el Abraham Lincoln que ha llegado hasta nuestros días y hasta nuestros ojos es un personaje histórico edulcorado y esculpido a la medida de los muchos panegiristas con los que ha contado a lo largo de último siglo y medio. El Lincoln que hoy todos conocemos –o creemos conocer– es, en definitiva, un mito, una imagen idealizada que, de manoseada que está, no se parece en nada al personaje real, al que vivió, gobernó y fue asesinado en un teatro en el recién nacido Washington de mediados del siglo XIX.

Quizá sea en el modo en que Lincoln dejó este mundo la piedra primera sobre la que se edificaría el mito posterior. […]

Lincoln no fue un dictador en el sentido estricto de la palabra, y al lado de los tiranos que la humanidad padeció en el siglo XX, bien puede representar la cara de la libertad. Pero como de lo que se trata es de saber la verdad, y sólo la verdad, porque de eso se alimenta el saber histórico, libros como El verdadero Lincoln no sólo son una buena excusa para clarificar episodios del pasado, sino una necesidad para explicarnos porque la primera potencia del mundo que es, a la par, la patria espiritual de todos los hombres libres, es mucho más estatista y borrega de lo que los amigos de la libertad desearíamos.

La clave y justificación de todo, la causa por la cual se construyó el mito de Lincoln reside ahí. DiLorenzo lo muestra tal cual, con la crudeza y precisión que estilan los historiadores norteamericanos. No emancipó a los esclavos del sur por convicción sino por oportunidad política. Dio comienzo a una guerra innecesaria que se llevó por delante más de medio millón de vidas y puso los cimientos del que acaso sea su legado más perdurable: la elefantiásica, todopoderosa, ingobernable y corrupta administración federal de Norteamérica. El resto es fábula, manipulación y una biografía cuidadosamente retocada, o, lo que es lo mismo, mito.

El verdadero Lincoln, de Thomas Di Lorenzo, está disponible en la tienda del Instituto Juan de Mariana a 26 euros, 18 para nuestros patrocinadores. Vía Juan de Mariana

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