Ecologistas se opusieron a fumigar los topillos

Los campos de Castilla crepitan por las noches, con las entrañas agujereadas, mientras la amenaza fantasma avanza
La plaga de topillos que asuela los campos de Castilla está adquiriendo proporciones bíblicas, como si fuera el castigo divino contra un faraón impío. Según las estimaciones más realistas, hay cerca de 750 millones de estos roedores (casi la mitad de la población de China) horadando día y noche sembrados, tierras de labor y cultivos. Uno tras otro, trigales en sazón y maizales que verdean sufren la acometida invisible y ciega de la amenaza fantasma. En algunos lugares, los vecinos aseguran que es como si rugiera la marabunta bajo sus pies. La meseta castellana crepita por las noches, con las entrañas agujereadas, mientras la plaga se traslada, lenta e inexoblamente, hacia nuevas tierras de León y el sur castellano, procreando millones de insaciables colonizadores subterráneos. Agricultores desesperados que se han lanzado a la caza del bicho con palos y azadones exhiben los trofeos por centenares, como si fueran cabelleras. Pero todo esfuerzo resulta baldío, pues por cada individuo que no liquidan nacerán en 20 días otros 1.500. De seguir esta progresión geométrica, en dos meses lo único que compartamos los españoles en pie de igualdad serán los negros topillos. Y entonces toda España comprenderá el temblor de los madrileños cuando las tuneladoras de Gallardón ronroneaban bajo sus casas. El maniaco Alfred Hitchcock ha-bría disfrutado con este ejército de lanceros implacables y no tardaría en rodar una de sus espléndidas películas de terror con los topi-llos como protagonistas, en vez de cuervos. Y es muy probable que los «malos» de la historia fueran esos ecologistas de medio pelo que el año pasado, a principios de septiembre, se opusieron furiosamente a que la Junta de Castilla y León fumigara las madrigueras porque sólo quedaban unos pocos y el veneno podía afectar a las palomas. Hizo mal la Junta de Castilla y León en no hacer frente a esos ecologistas sin seso, a los cuales sólo les faltó proponer un «proceso» de negociación con los topillos para que desistieran de su labor destructora y se llegara a un final dialogado de la plaga. Por J. A. Gundín en La Razón

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tras la plaga de ratoncillos en Zarzalejo, la plaga de topillos en Castilla y León........

Oscar y Asun dijo...

Que los ecologistas están en contra de la fumigación de los topillos, es evidente. Pero que la Junta dejara de poner veneno por la presión de los ecologistas no se cree nadie.
Si la Junta dejo de poner veneno era por los efectos "colaterales" que ello produciría, efectos nocivos para todos, agricultores y no agricultores. Claro que a la Junta les viene bien que se hable de ellos, así pasa inadvertido la dejaded de las administración ante una plaga que hacía ya meses que se sabía que se iba a producir.