Más o menos un año después de que el ayatolá Jomeini hiciera un contrato mafioso para asesinar a Salman Rushdie, el novelista participó en un programa londinense de televisión. […] "Tras su primer libro", se explayaba el presentador Melvyn Bragg, "el cual no fue particularmente bien recibido..." […] En el confortable mundo de las letras inglesas, fue una sorpresa descubrir que "no particularmente bien recibido" significaba que gobiernos extranjeros pusieran una recompensa por tu cabeza y que mataran a tu editor y traductores. Incluso entonces, el mundillo literario tuvo dificultades en asumirlo en su literalidad. Tras las imágenes de los informativos de musulmanes británicos incendiando el libro de Rushdie en las calles de ciudades británicas, los soporíferos críticos de la BBC deploraban en los sofás de los debates el "simbolismo" de este ataque contra "las ideas". No había nada de simbólico en ello. Quemaban el libro porque no podían prender fuego al propio Rushdie. Si su esposa e hijo se hubieran dejado caer, les habrían prendido fuego con satisfacción, del mismo modo que les hizo felices quemar vivos a 37 turcos que habían cometido el error de encontrarse en el mismo hotel de Sivas que uno de los traductores del novelista. Cuando los musulmanes británicos llamaron a asesinar a Rushdie, hablaban en serio. Mohammed Siddiqui escribía al Independent desde una mezquita de Yorkshire para apoyar la fatwa citando los versos 33 al 34 de la quinta Sura : “La retribución de quienes hacen la guerra contra Allah y Su Mensajero e intentan sembrar la discordia en la tierra sólo será ésta: que sean ajusticiados o crucificados, o que se les corte las manos y los pies alternativos o que sean expulsados del país.” […]
Deberíamos haber aprendido algo ya. En el mundo musulmán, la crítica artística puede ser fatal. En 1992, el poeta Sadiq Abd al-Karim Milalla también descubrió que su trabajo "no era particularmente bien recibido": fue decapitado por los saudíes por sugerir que Mahoma se inventó él solito el Corán. En 1998, el cantante argelino Lounès Matoub se describió a sí mismo como "ni árabe ni musulmán", y poco después no se encontró ni bien ni vivo.
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Deberíamos haber aprendido algo ya. En el mundo musulmán, la crítica artística puede ser fatal. En 1992, el poeta Sadiq Abd al-Karim Milalla también descubrió que su trabajo "no era particularmente bien recibido": fue decapitado por los saudíes por sugerir que Mahoma se inventó él solito el Corán. En 1998, el cantante argelino Lounès Matoub se describió a sí mismo como "ni árabe ni musulmán", y poco después no se encontró ni bien ni vivo.
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