ISABEL SAN SEBASTIAN en El Mundo
Qué vergüenza! ¡Qué humillación se experimenta leyendo las actas de esos encuentros mantenidos entre los representantes de un Gobierno democrático y una banda de mafiosos asesinos! ¿Se puede caer más bajo que arrastrarse ante unos terroristas y negociar con ellos el futuro político de esta nación soberana? Se puede y se hará, que nadie tenga la menor duda, a menos que las urnas lo impidan.
Sabíamos que ETA desvelaría todos los detalles de ese infamante proceso entablado con los emisarios de Zapatero en la clandestinidad, pero nunca pensamos que las cosas hubieran llegado tan lejos. Yo misma, que jamás otorgué la menor posibilidad de éxito a esta farsa, ni me fié de las intenciones que la inspiraban, me siento escandalizada ante la magnitud de lo que se nos relata: No sólo se garantizó desde La Moncloa impunidad a los delincuentes, atando de pies y manos a las Fuerzas de Seguridad (la Guardia Civil detuvo a dos etarras en todo el 2006), sino que se les pidió perdón por esas capturas, culpando de las mismas a ciertos «jueces que son instrumentos del PP», como Gómez Bermúdez, citado con su nombre y la consiguiente diana en la frente. No sólo se consensuó hasta la última coma del discurso con el que el presidente respondió al anuncio de tregua-trampa, sino que se acordaron en secreto un preámbulo y varios anexos al texto del pacto alcanzado, en los cuales los enviados de ZP reconocían la identidad propia de Euskal Herria, incluída Navarra, y el «derecho a decidir» (o sea, la autodeterminación) de sus ciudadanos, al margen de la legalidad vigente, susceptible de ser «modificada en el futuro, siempre en aras al objetivo últmo de que no sea una limitación a la voluntad del pueblo vasco». Y por si no fuera suficiente, se comprometió un pacto de Estado con el PP destinado a blindar los acuerdos suscritos, del que jamás se dijo nada a este partido.
El trilero Zapatero prometió lo que no podía cumplir. Mintió a propios y extraños. Puso la integridad de España sobre la mesa de negociación. Regaló más de dos años a la banda para rearmarse y regresar a las instituciones, donde obtiene recursos públicos e información. Y todo lo que responde ahora es que Gara no tiene credibilidad (¿Josu Ternera sí la tenía?) o ese mantra machacón e infantiloide que se resume en «y tú más».
Pero lo peor es que reincidirá. Lo dicen su gesto, sus silencios, sus palabras. En caso de que vuelva a ganar derogará la Ley de Partidos y consumará la rendición. Si algo ha quedado claro es que Zapatero ignora lo que significa dignidad.
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