SINOPSIS
"La Pasión de Cristo" recrea las últimas doce horas en la vida de Jesús de Nazaret desde el momento en el que acude al monte de los olivos a orar tras la última cena, enfrentándose a las tentaciones de Satanás. Allí sufre la traición de Judas Iscariote, siendo arrestado y conducido a Jerusalén para ser juzgado por blasfemia, según denuncian los fariseos. Jesús es presentado ante Pilatos, el gobernador romano en Palestina, quien escucha las acusaciones levantadas contra él y se da cuenta de que se trata de un conflicto político, delegando el asunto en el rey Herodes que no tarda en devolverlo a las autoridades romanas para ser juzgado. De nuevo ante Pilatos, éste ofrece al pueblo la oportunidad de elegir a quién liberar: a Jesús o al asesino Barrabás. La multitud elige a Barrabás y condena a Jesús, que es puesto en manos de los soldados romanos y flagelado como castigo. Aunque Pilatos trata de hacer ver a la multitud que el castigo ya ha sido suficiente, los fariseos no lo consideran así. Lavándose las manos, ordena a sus hombres cumplir los deseos del pueblo y Jesús es condenado a muerte. Jesús deberá cruzar las calles de Jerusalén cargando con la cruz camino del Gólgota, lugar en el que será crucificado. Allí, clavado a la cruz, superará la última tentación: el temor a ser abandonado por su padre. Sobreponiéndose a su miedo, mira a María, su madre, y pronuncia palabras que sólo ella puede entender: “Todo está acabado”; finalmente expira diciendo: “En tus manos entrego mi espíritu”. Las fuerzas de la naturaleza se rebelan en el momento de la muerte de Cristo.
REPORTAJE PREVIO por Julio Rodríguez Chico
El perfil de quien ahora se siente en la butaca es más bien el de alguien con inquietudes espirituales –en el sentido más genérico– o el de quien aprecie los aspectos más antropológicos y expresivos del cine, al margen del posible interés que su calidad artística pueda suscitar.
En esa tesitura, hay que reconocer que elegir el tema más veces llevado al cine, con unos diálogos archiconocidos –además de mínimos, y en latín o arameo–, y hacerlo en un momento donde las estadísticas hablan de un decaimiento del sentimiento religioso –y más entre la juventud, público mayoritario de las salas–, es al menos arriesgado. Por eso, tenemos que preguntarnos por lo que el director australiano persigue al actuar tan audaz o temerariamente. Pues bien, si damos crédito a las palabras de Gibson, habría que admitir que la intención con que fue concebida, y lo que se busca –por encima del negocio que le reporte, justo y ante el que nada hay que objetar– es mostrar algo que sucedió hace dos mil años, tal y como fue, sin edulcorantes, sentimentalismos ni mensajes doctrinales.
Dice el australiano que le basta con que la película haga bien a unos cuantos para que haya merecido la pena. ¿Debemos creerle? Sólo así se explica el asesoramiento que el director se ha procurado entre expertos teólogos, y sólo eso justifica –aunque hay quien ha visto un elemento más de promoción– el laborioso plan de sesiones privadas con público y dirigentes de las más dispares religiones. Únicamente esa realidad permite soportar un rodaje tan difícil, especialmente para Jim Caviezel, quien se apoyó en su fe y en sus prácticas religiosas para llevar a buen puerto tan ardua empresa.
Lea aquí la crítica de Julio Rodríguez Chico en La Butaca
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