Indicadores del desamor

PEDRO ARIAS VEIRA en La Voz de Galicia

LAS ESTADÍSTICAS son el oráculo al que acudir para ratificar o desmentir nuestras percepciones de la vida colectiva. Algunas, las más lúgubres, nunca mienten, como las de esta semana. En Galicia ya hemos cruzado el triste umbral de más parejas deshechas que nuevos proyectos de vida en común. Cada vez nos queremos menos, si es que todavía queda vitalidad amorosa y no cálculo de costes y beneficios de los rendimientos de la pareja. Se cierra así el círculo de la irreversible decadencia de nuestra comunidad como tal.

Hace años nos alertaron los registros vegetativos; entre nosotros eran más los que morían que los nacidos. Por matemática elemental predijimos el insoslayable declinar colectivo. Cada vez menos y más viejos. Sólo quedaba la esperanza de un repentino resurgir del amor con voluntad de perpetuación. Pero la fecundidad se ha hundido con el avanzar de la posmodernidad. No habrá solución; ahora, a ir tirando con los parches de la inmigración para cubrir necesidades de mercado e intendencia. Que se amen y reproduzcan ellos, que los nativos no damos para más. Aunque, lamentablemente, parecen copiarnos y adentrarse por la misma senda.

Nos mofamos de padres, abuelos y antiguos; de las familias fértiles y agobiadas por sus proles. Los debates públicos sobre los efectos sociales de las pautas de la intimidad se vetaron, so pena de condena al ostracismo por fundamentalismo reaccionario. La arrogancia fatal del progresismo satisfecho se impuso sobre cualquier otra consideración de los valores como basamento del devenir público.

La prepotencia modernista se ha extendido a todos los ámbitos. Lo hemos visto con la presentación oficial de la pornografía anticristiana como arte contestatario y subvencionable. Se considera osadía creativa lo que no es sino simple cobardía prepotente; ya que el autor de la conversión en incesto grosero de la maternidad cristiana, ni se atrevería con las figuras sagradas de la escatología musulmana. Tampoco lo haría el mecenas institucional que ha destinado dinero público, de mayoría católica, para fomento del escarnio de las más profundas convicciones de los contribuyentes.

Las ideologías dominantes de los Gobiernos dominantes están olvidando las enseñanzas de la historia. Sólo piensan en ciclos electorales de corto plazo, en ofrecer a jóvenes y electores todas las permisividades instintivas, en una carrera por quién da más para llegar cuanto antes al abismo. Barra libre, exprime a quien puedas y lo que puedas, el futuro no llegará, la vida es breve y única, concéntrate en tu ombligo; vive el instante, compañero, no existe nada más. Es la plenitud de la tiranía de las pasiones, sin visión ni principios, analfabeta y ciega, hipócrita y falaz. Hay que volver, como Ortega, a decir que no, que no es esto. Que la verdadera felicidad es posible, que esto es sólo un simulacro.

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