¿Vas a quedar con tus amigas, cariño?

San Valentín bajo sospecha

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ en El correo gallego

¿Vas a quedar con tus amigas, cariño? Si sales, cámbiate la falda que la tienes un poco arrugada, y por cierto tenemos que revisar los gastos de teléfono. Aunque no lo parezca, emboscados en este comentario están tres de los indicios de maltrato psicológico catalogados por la Xunta. Examinemos con cuidado este ejemplo atroz.

En primer lugar, el hombre intenta dirigir las relaciones sociales de su compañera. La pregunta que le hace es inquisitorial y entraña una sospecha y un afán de control de indudable origen machista. En este caso el interrogatorio es menos grave, pero se dan otros en que el sujeto llega incluso a querer averiguar si es Toñi o Cuqui esa amistad con las que piensa salir la víctima.

La segunda intimidación es más flagrante, aparte de ir en contra de uno de los lemas que más éxito tuvo en el mundo de la moda, obra del admirado Adolfo Domínguez. Un ingenuo diría que el agresor sólo quiere avisarla de que no va bien arreglada, cuando en realidad pretende sumirla en una severa depresión de consecuencias imprevisibles. Al hacer ese comentario se busca la humillación, el sometimiento y, sólo de forma secundaria, que se cambie la falda.

En cuanto a los gastos, el mensaje que se pretende enviar a la desventurada guarda relación con su subordinación económica, en este caso telefónica, una clara reminiscencia contemporánea del control que tenía el hombre de las cavernas sobre las rentas obtenidas en la caza prehistórica.

En realidad, ese comentario en apariencia gentil es el mismo que hubiese tenido el troglodita con la hembra, de haber podido hablar en vez de gruñir. El afán de dominio es idéntico, sólo que endulzado con un lenguaje que intenta disfrazar la violencia que está implícita en las relaciones de pareja. No hay que dejarse confundir por la zalamería, y por eso el departamento correspondiente de la Xunta elaboró un manual que permite descubrir agresiones solapadas.

Si el amable lector es hombre, quizá se esté preguntando cómo tendría que hacer para decirle a su señora que en la peluquería no se han lucido, o que lleva una hora esperándola. Sentimos no tener respuesta. A la espera de que ese mismo manual xunteiro tenga un apéndice en el que instruya sobre el comportamiento correcto del varón, sí pueden sugerirse medidas provisionales.

La más barata es callar la boca. Antes de realizar cualquier comentario sobre el aspecto de la mujer, su puntualidad o sus amigas, pensar si encaja en el catálogo de agresiones psicológicas y, en caso de duda, no decir ni mu. También valdría modificar el lenguaje; en vez de esa pregunta claramente ofensiva de si vas a quedar con tus amigas, añadir una coletilla que diga, por ejemplo, que la información se solicita sin ánimo de ejercer control, y sin menoscabo de la libertad de expresión reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos, ratificada en tal fecha por nuestro Gobierno.

Hay otra medida más costosa que, sin embargo, da más confianza: contratar un abogado permanente, el cual podría quedarse a vivir en casa. Antes de decirle nada a la compañera, se le pediría un dictamen al letrado, donde se especificarían las posibles responsabilidades. Esto haría más lentas las conversaciones de la pareja, y acaso algo menos espontáneas, pero la seguridad jurídica sería bastante mayor.

El manual susodicho está bien, aunque se hubiera ahorrado tiempo y esfuerzo informándonos de lo que no es agresión psicológica. El bueno de San Valentín ya puede empezar a esconder sus flechas.

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