Lo del nacionalismo es un fenómeno que algún día habrán de estudiar los psicólogos, o los psiquiatras. Es más: lo que debería estudiarse clínicamente es la actitud de los demás frente al nacionalismo. El síndrome de Estocolmo es una niñería al lado de esta entrega devota, esta condescendencia infinita, este eterno mirar a otro lado para no darse cuenta de lo que realmente son.
En este sentido, resulta enormemente ilustrativa la entrevista que este domingo 11 de febrero de 2007 publica el diario El Mundo con Artur Mas. No me resisto a reproducir algunas respuestas, y el que quiera seguir sin entender que lo haga.
“Creo que no hay que prejuzgar la sentencia definitiva del Constitucional, ya se verá. Si es favorable, nada que decir. Seguiremos el camino marcado por el Estatut, que es lo que queremos”.
Pregunta la periodista: “¿Y si no es así?”
“Si la sentencia fuera desfavorable es evidente que Cataluña tendrá que reaccionar dejando claro que no vamos a renunciar a cuotas de autogobierno ni a un sistema de financiación más justo.”
Para mí, la palma se la lleva esta respuesta relativa a la recusación del magistrado Pérez Tremps: “(…) Además, es bastante inaceptable que al final una sentencia del Constitucional dependa de un miembro más o menos. Porque éste es un espectáculo dantesco del Constitucional. Resulta que un solo miembro es quien determina que el Estatut se vaya al garete o no. ¿Qué confianza podemos tener en un Constitucional que teóricamente se presenta así delante de la opinión pública?”.
Más: “Y qué pasa si el Estatut sale tocado?”
“(…) Si el nuevo Estatut no sirve porque no cabe en la Constitución, tal vez el problema es la Constitución, y habría que cambiarla. (…)”.
“El Constitucional tiene todo el derecho y la libertad para hacer la sentencia que quiera. Eso no se puede discutir. Igual que el Constitucional tiene ese derecho, las instituciones catalanas y el pueblo catalán también tienen derecho a plantear salidas a una situación absurda que no aceptamos.”
“Si esto fuera así (que el Estatut decaiga), España y Cataluña tendrían un grave problema (…). Una vez encauzado, lo mejor es darle agua al río, y lo que no se puede pretender es que el río se pare. El río va a continuar, y el río en este caso son las pretensiones de mayor autogobierno de Cataluña. El nuevo Estatut es el camino de menos zozobra y de mayor capacidad de avanzar serenamente. Pero si éste no es posible, nos tendremos que replantear las cosas”.
La última cita se refiere a De Juana:
“Yo, como demócrata, me siento muy lejano a una persona con la trayectoria de De Juana Chaos. Ahora bien, dicho esto, hay que reconocer que a veces hay decisiones de la Justicia que no tienen solo consecuencias judiciales, sino que tienen consecuencias políticas de gran envergadura. No estoy seguro de que la Justicia ande sobrada de esa capacidad de ver más allá del estricto redactado del punto y coma de la ley”.
En síntesis: este paradigma del nacionalismo supuestamente moderado nos dice que si el Estatut sigue adelante perfecto, porque es como un río que avanza (¿hace falta decir hacia dónde?), pero que si el TC lo tumba (cosa que por otra parte sería imperdonable que sucediese “por un miembro más o un miembro menos”) Cataluña (siempre Cataluña) tendría que replantearse las cosas, porque la equivocada probablemente sería
Eso sí: pueden ustedes seguir considerándolos moderados, demócratas y leales. Allá ustedes.
vía Los árboles y el bosque
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