Iba desnudo (Arcadi Espada en El Mundo)

ETA ha matado (probablemente) a dos personas y ha dañado una obra pública construida con el dinero y el esfuerzo de los ciudadanos. Respecto de ETA es todo, y es todo lo que puede hacer por sí misma, ahora y siempre. Si su derrota política no fuese absoluta e inalterable podría decirse que la voladura del aparcamiento la incrementa. Pero hay más desastres, aunque sólo se pueden adjudicar a los partidos democráticos. Uno afecta al discurso central de la oposición política y de buena parte de las asociaciones de víctimas cuando aseguraban que los socialistas habían vendido el Estado de Derecho. Pero el principal afecta al Zapatero. Acaso sea cierto que los políticos españoles no son dados a asumir drásticamente sus responsabilidades, aunque el dato no parece demasiado contrastado con la experiencia europea. Pero aun así es increíble que el presidente haya tratado de soslayar sus responsabilidades con la patética intervención del penúltimo día del año, de la que (ahora sí) no creo que haya precedentes en la práctica política reciente y cercana.

No creo que los terroristas decidieran poner la bomba tras la intervención banal, imprudente y autosatisfecha del presidente: nunca he compartido la prestigiosa y sofisticada conexión con el mundo que les atribuyen los analistas. Pero es indiferente que así fuera. El ejercicio del poder se asienta sobre un axioma: el gobernante tiene razones que la razón no entiende. Es decir, algo más de información que los gentiles: En el mismo momento, y esta simultaneidad es mucho más desmoralizadora que cualquier imaginaria relación causa/efecto, que el presidente hacía promesas felices en forma de presagios, los terroristas trasladaban una bomba al aeropuerto de Madrid. Los terroristas pueden poner bombas donde y cuando quieran: es la diferencia entre una sociedad gobernada por demócratas y otra gobernada por terroristas. Pero es inadmisible que durante dos años largos el presidente haya tratado de convencer a los españoles de una doble ilusión: que sabía y que podía. Ahora se sabe que era mero ilusionismo. Y que era su único proyecto político, y que ya se ha acabado.

(Coda: «A eso -dijo- era a lo único que tenía miedo cuando tomé posesión, a que el poder me cambiara. Ahora ya sé que no me cambiará.

- Pero la experiencia dice lo contrario. No se sabe de nadie a quien no le haya cambiado
- A mí no

- ¿Y por qué esa seguridad?
- Porque he desmitificado el poder. Tengo la ventaja de que no siento fascinación alguna por los aspectos más externos del poder.

- Es un hecho que el poder aísla.
- Y también que hay mil modos de mantener vínculos constantes con la realidad. Lo importante, con todo, es que seas capaz de desmitificarlo. Yo, cada noche, le dijo a mi mujer: «Sonsoles, no te puedes imaginar la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar». J.L. Rodríguez Zapatero, entrevista con Juan José Millás, El País Semanal, 4 de julio del 2004.)

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