El doble rasero de un dictador (Washington Post)

AUGUSTO PINOCHET, que falleció el sábado a la edad de 91 años, ha sido vilipendiado durante tres décadas dentro y fuera de Chile, el país sudamericano que gobernó durante 17 años. Para algunos, fue la personificación de un dictador malvado. En parte porque ayudó a derrocar, con apoyo USA, a un presidente santificado por la izquierda internacional: el socialista Salvador Allende, cuya responsabilidad de crear las condiciones para el golpe de estado de 1973 se pasa habitualmente por alto. Pinochet fue brutal: mas de 3000 personas fueron eliminadas por su gobierno y decenas de miles torturadas, la mayor parte en los tres primeros años. Varios miles pasaron años en el exilio.

Un prominente oponente, Orlando Letelier, fue asesinado mediante un coche bomba en el Sheridan Circle de Washington en 1976 –uno de los más destacables actos de terrorismo en la historia de esta ciudad. Pinochet, mientras tanto, se enriquecía escondiendo millones en cuentas de bancos extranjeros –incluyendo el Riggs Bank, una institución de Washington que cayó, en parte, por la revelación de tales negocios. Su muerte impidió un tardío pero bien merecido juicio en Chile.

Es difícil obviar, sin embargo, que el malvado dictador dejó como legado el país más desarrollado de América Latina. En los últimos 15 años, la economía de Chile ha crecido dos veces la media de la región, y su ratio de pobreza se ha reducido a la mitad. Ha abandonado el mundo de los países en vías de desarrollo, donde todos sus vecinos permanecen estancados. También posee una democracia dinámica. A principios de año fue elegido otro presidente socialista, Michelle Bachelet, quien sufrió persecución durante la era Pinochet.

Guste o no, Pinochet tuvo algo que ver con este éxito. Para consternación de cada ministro de economía latinoamericano, introdujo las políticas de libre mercado que hicieron posible el milagro chileno –que incluso los sucesores socialistas de Allende no se han atrevido a revocar. También aceptó una transición a la democracia, retirándose pacíficamente en 1990 tras perder un referéndum.

Como contraste, Fidel Castro –rival de Pinochet y un héroe para muchos latinoamericanos y gente de otras regiones- legará un país arruinado económicamente y con ausencia de libertad con su inminente fallecimiento. Castro también mató y exilió a miles de ciudadanos. Pero incluso cuando se hizo evidente que el fracaso de su sistema económico comunista había empobrecido al país, rehusó abandonar tal sistema: Pasó los últimos años de su mandato revocando una liberalización parcial. Al final también encarceló y persiguió a quien sugirió que los cubanos podrían beneficiarse de la libertad de expresión y el derecho a votar.

El contraste entre Cuba y Chile más de 30 años después del golpe de Pinochet es un recordatorio de un famoso ensayo escrito por Jeane J. Kirkpatrick, la provocadora y enérgica especialista, así como embajadora americana en la Naciones Unidas fallecida el jueves. En “Dictaduras y doble moral”, un trabajo que atrajo la atención del Presidente Ronald Reagan, la Sra. Kirkpatrick argumentó que dictadores de derechas como Pinochet fueron finalmente menos perniciosos que los gobernantes comunistas, en parte porque sus regímenes fueron más proclives a allanar el camino hacia democracias liberales. Ella también fue vilipendiada por la izquierda. Pero debería resultar obvio: Ella tenía razón. [She was right: Es un juego de palabras. Right= tener razón y ser de derechas]

vía Washington Post [probablemente el mejor periódico estadounidense]

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