Fernando Savater nos recuerda, en un magistral artículo publicado ayer en El País, quién ha sido (y es) la principal víctima del nacionalismo violento en Euskadi:
[...] Sin embargo, la verdadera y peor manipulación política de las víctimas sigue sin ser denunciada. Porque no consiste en aprovecharse de tales o cuales personas sino del concepto mismo de víctimas del terrorismo. Hoy se prodigan los reconocimientos y las condolencias a las víctimas para hacer creer que la cuestión de ETA es un asunto que fundamentalmente se polariza entre terroristas y víctimas de atentados. [...]
No les he oído nunca decir en público que los no nacionalistas merecen una reparación política y social por la marginación y acoso que han sufrido durante el período de la peor violencia. Tampoco he oído que admitan las ventajas que han obtenido sobre ellos los partidos nacionalistas gracias al terror -lamentable pero útil- impuesto por ETA. Ni lo más importante: que yo sepa, nadie ha reconocido que cuando ETA desaparezca, la convivencia y el fair play democrático pasará por dar cancha a la opción no nacionalista en los campos en que hasta ahora ha sido hostilizada o excluida, no en apretar las tuercas del nacionalismo como pago al cese de
Los sabios posmodernos que hoy abundan nos aseguran que el asunto es muy complejo y que las interpretaciones varían. No tanto, no tanto... Cuando a Clemenceau le preguntaron qué creía él que dirían los historiadores sobre
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