Escribe Lüzbel una falsedad en su blog, asegurando que algunos liberales simpatizan con Pinochet. No porque no haya liberales que tengan esa simpatía (alguno hay, seguro), sino porque los tres ejemplos que pone de Red Liberal no sirven para probar esa tesis. Básicamente, Lüzbel viene a decir que hablar de Allende en términos despreciativos, o recordar la hipocresía de muchísima izquierda de condenar a Pinochet pero tener en sus tertulias a Carrillo, supone justificar a Pinochet.
De hecho, ni siquiera justificar el golpe de Pinochet (que me parece justificable, básicamente por esto) supone justificar su dictadura y sus asesinatos. Exactamente del mismo modo que justificar el derrocamiento de Batista (que me parece justificable) no significa justificar la dictadura de Castro.
Por otro lado, me sucede como a un comentarista de no recuerdo ahora qué blog. No me gusta más Pinochet que otros tiranos, pero me desagrada menos. No ya por las reformas económicas, sino más que nada por dejar voluntariamente el poder. Lo mismo me sucede con los sandinistas, por la misma razón. Hubo dictaduras más feroces por aquellos años, como la argentina, aunque duraron menos. Tampoco Castro me desagrada tanto como, pongamos, Pol Pot. Dentro de la barbarie hay grados, y reconocerlo no significa justificar aquellos que, comparativamente, están en un grado menor.
Lo que sucede con Pinochet, y que me provoca bastante incomodidad, es que su importancia relativa es mucho menor que la importancia que se le ha dado. Sospecho que es debido a que derrocó a un comunista con la ayuda (o al menos el beneplácito) de Estados Unidos, lo que permite alimentar el antiamericanismo, y que es muy difícil explicar por qué Allende era ya un dictador cuando fue derrocado. Y que [Pinochet] aplicó medidas económicas liberales exitosas. Si no, no se explica que se le haya dado tanto bombo comparado, incluso, con otras dictaduras de derechas más sangrientas como la argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario