Entre algunos intelectuales y periodistas se consolida la costumbre de llamar «pensador», en sentido ponderativo, a quienes antes solía llamarse «filósofo». «Filósofo» es término que pide inmediatamente ser especificado: o es estoico, o es epicúreo, o es platónico, o es aristotélico, o es idealista, o es materialista. Pero «el pensador» no necesita tales especificaciones. Es pensador, y basta. […]
Hay otro tipo de pensamientos irreales, creados por personas individuales, que nos ofrecen descripciones o proyectos sobre sociedades futuras, felices y pacíficas (como las utopías), pero que, sin embargo, no poseen la característica estilística que hemos señalado en las utopías, porque no nos ofrecen indicios sobre su lejanía o sobre las dificultades insalvables que se interponen para alcanzarlas. Simplemente se nos introduce en ese mundo irreal sin medir las distancias que guarda con el mundo real nuestro; se nos presenta un mundo visitable y visitado de hecho por los hombres, a la manera como Alicia visitaba, según Carroll, el País de las Maravillas. Es a este tipo de pensamiento al que llamamos «Pensamiento Alicia».
Lo característico del «Pensamiento Alicia» es precisamente la borrosidad de las referencias internas del mundo que describe y la ausencia de distancia entre ese mundo irreal y el nuestro. Afirmo que
Nos pone este pensamiento –el Pensamiento Zapatero– ante un escenario planetario muy próximo en el cual las civilizaciones realmente existentes habrán dejado de alimentar sus conflictos (el pensamiento Zapatero sale así al paso de las pretensiones de Huntington, en el sentido de que los conflictos entre las civilizaciones son inevitables) y habrán olvidado sus guerras, llegando a comprenderse y abrazarse, aceptando unos los credos de los otros. «Esta es la casa de todos, sin diferencias, de los ricos y de los pobres, de los países con historia y de los que apenas tienen, de los que creen en Dios, o en varios dioses, y de los que no creen. Fue en esta sala –dice el Pensador (Rodríguez Zapatero)– donde tuve la certeza de lo necesario que resulta la Alianza de las Civilizaciones.» De este modo cristalizó, según informe de su autor a la citada revista femenina, lo que ahora llamamos «Pensamiento Zapatero».
Un pensamiento que nos ofrece la representación de un mundo futuro pacífico, feliz y «a la mano», pero sin decirnos los medios que pueden conducir a él, ni los métodos que nos van a permitir evitar las guerras, las diferencias entre los pobres y los ricos, o las distancias entre los politeístas, los monoteístas o los ateos. Simplemente se nos pone delante de este mundo maravilloso como algo que ya puede considerarse como dado, porque acaso sólo es la codicia, la estupidez o la ignorancia de algunos hombres lo que nos separa de él. […]
Es importante constatar, en relación con este punto, que el Pensamiento Zapatero, tal como se expresaba en
La idea clásica de «Civilización» (un término que deriva de civitas) implicaba, en efecto, la civilización universal, la homologación de todas las culturas en los estados superiores de su desarrollo (hoy día parece haber también un consenso universal –lo que no significa que él esté en la verdad– al menos sobre la estructura política que corresponde a ese estadio superior de las culturas, y que por tanto puede considerarse como un consenso acerca de la estructura política que habría de tener la civilización universal: la forma de la democracia parlamentaria; porque una sociedad que no estuviese organizada democráticamente, será vista hoy como subdesarrollada, por respecto de los estadios considerados superiores de la civilización). […]
Pero, en cualquier caso, es evidente que cuando nos situamos en la perspectiva de la civilización universal, dotada de unicidad, el proyecto de una Alianza de Civilizaciones cae por su base, por la sencilla razón de que no tiene sentido hablar de Alianza de Civilizaciones, en plural, cuando se entiende la Civilización como única, como dotada de unicidad, como aquella Civilización que es la verdadera «casa común» de todos los hombres. Dicho de otro modo, supuesta la Civilización universal, la Alianza de las Civilizaciones es un mero sinsentido. […]
Las circunstancias materiales que privan de sentido objetivo al proyecto de una Alianza de Civilizaciones tienen que ver con la incompatibilidad de las mismas civilizaciones que han sido homologadas precisamente por su disposición («vocación», «tendencia», «necesidad», «ortograma») cosmopolita. Todas las civilizaciones son iguales. Todas, o muchas de ellas, están de acuerdo en su horizonte cosmopolita. Pero este acuerdo es precisamente el que determina su incompatibilidad, y deja en el aire su supuesta voluntad de alianza: «mi primo y yo, dice Francisco I a Carlos V, estamos siempre de acuerdo: ambos queremos Milán».
La alianza entre civilizaciones, en sentido estricto, es imposible, salvo que se esté dispuesto a destruir alguno de los aliados o todos. ¿Cómo hacer compatible la poligamia con la monogamia sin destruir uno u otro sistema, o ambos? Otro tanto se diga cuando nos referimos a la convivencia de los matrimonios heterosexuales y los homosexuales: la institución de la familia puede darse por desaparecida a partir de un determinado porcentaje de matrimonios homosexuales. ¿Y el derecho de propiedad? ¿Cabe una alianza entre civilizaciones que contiene entre sus instituciones la propiedad privada de los medios de producción y aquellas otras que consideran necesario destruir esta institución en nombre del comunismo? ¿Tiene algún porvenir, como modelo de civilización universal, el proyecto de Den Xiaoping de hacer de China un país con dos sistemas?
¿Y cómo entender una alianza entre civilizaciones, una de las cuales esté organizada según el modelo de las democracias parlamentarias, y otra según el modelo de la dictadura del proletariado?[…] habrá que decir que esta idea de
Pero hay algo más. No se trata sólo de un proyecto inocuo y de buena fe, de un libre ejercicio de «Pensamiento Alicia». Lo que en el terreno literario puede dar lugar a resultados agradables e inofensivos, el Pensamiento Alicia aplicado a asuntos de política y economía reales puede ser sumamente peligroso y ofensivo. En efecto, el Pensamiento Alicia en asuntos como aquellos de los que se ocupa el pensamiento Zapatero, desvía, por de pronto, la atención de los problemas reales, como puedan serlo los conflictos entre grupos o clases sociales, o entre ricos y pobres; desdibuja la realidad y transfiere sus problemas a una escala –civilizaciones– inasible por cualquier hombre práctico; encubre, bajo las fantasiosas ideas de las «civilizaciones», los problemas reales e impide centrarlos en sus quicios propios. Lo que el Pensamiento Alicia puede tener de interesante en el terreno literario lo tiene de vergonzoso cuando se aplica a la política y a la cultura como lo hace el Pensamiento Zapatero.[…]
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