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Cinco manifestaciones multitudinarias le han organizado ya a Zapatero en dos años y medio de gobierno. Me da lo mismo que hoy, o en las anteriores concentraciones, hubiese un millón o 250.000 personas. Y me da lo mismo porque, si nos ponemos a recortar escrupulosamente la asistencia a éstas, tendremos que hacer exactamente lo mismo con las que se desarrollaron contra la guerra de Irak. En cualquier caso, cientos de miles de personas se manifiestan directamente contra Zapatero de forma reiterada, en un espectáculo más propio de un final de un largo mandato que de mitad de una primera legislatura de un líder supuestamente adornado por la virtud del talante y el diálogo.
Esta vez el orador ha hablado abiertamente de rebelión cívica, y es que ése es precisamente el ambiente que empieza a respirarse. Quien pensase, yo entre ellos, que a base de reiterar manifestaciones el poder de convocatoria iría menguando se ha equivocado. Imagino que Zapatero estaba también en esa creencia, y su desazón parece empezar a hacer mella. De hecho, tal vez confundo deseos con realidad, pero de un tiempo a esta parte le veo todo el aspecto del boxeador sonado: frases abstrusas, pausas infinitas, mirada iluminada perdida en el horizonte, rictus que enmascara la desaparición de su proverbial sonrisa.
Y a su alrededor es aún más evidente: se ha llegado ya directamente a insultar a las víctimas del terrorismo a través de sus dirigentes. Los portavoces del gobierno ya no se recatan en cargar fuera de sí contra la AVT, con expresiones que ponen los pelos de punta y que, si fuesen capaces de verse desde la platea, deberían hacerles recapacitar muy seriamente sobre su catadura moral y sobre la ética del proyecto que están sacando adelante.
Porque, ¿qué están haciendo, a dónde creen que nos llevan? ¿Qué tipo de iluminación sobrenatural cree el presidente que posee para llevar adelante un proyecto en el que resulta claro que solo cree una reducidísima minoría de la sociedad, aunque haya muchos aún que por militancia o por ese pacifismo incondicional y por lo tanto vacuo, persistan en mirar a otro lado para no ver lo que está pasando?
Lo que tenemos los ciudadanos españoles es un ansia infinita de dignidad y de justicia. A la paz, que por supuesto todos deseamos, se puede llegar por dos caminos: el de la dignidad y el de la indignidad. Desear la paz no lo justifica todo. La paz no es un objetivo en sí mismo, no es un bien absoluto. "XXV años de paz", proclamaba ufano el régimen de Franco allá por 1965. Zapatero ni siquiera nos garantiza tantos.
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