Un «progre» catalán
NO había leído un retrato más completo, más demoledor, más real y más valiente sobre lo que es un «progre» catalán como el que ha escrito Luisa Castro, con el que ha ganado el premio Biblioteca Breve de novela 2006 que otorga la editorial Seix Barral. No tiene desperdicio y, además, tiene el morbo añadido de que el personaje central del relato, «Gaspar Ferré», tiene nombre y apellidos y se trata de uno de esos «progresistas» catalanes que rodean a Maragall y que se han inventado ese esperpento que es el Estatuto de Cataluña.
Jugador de ventaja, corrupto, mezquino, egoísta, falso y racista en sus entrañas, «Ferré», el personaje novelado, cuando se divorcia de su mujer -Julia, la gallega de pueblo treinta años más joven que él- solicita que la juez declare que no pueda moverse del estricto marco de la comunidad autónoma gallega. ¡Toma progresista! «Esas eran las aspiraciones de Gaspar, de aquel demócrata de izquierdas, de aquel antifranquista, de aquel culto señor». Y, por si fuera escasa la descripción, añade: «El señor fino de Barcelona, el referente cultural del país catalán, la emprendió a empujones con aquella escritorzuela, aquella jovenzuela desvergonzada,... aquella verdulera que se había atrevido a demandarlo, que desterraba a su hija de la Gran Cataluña y la ponía a vivir en un pisito alquilado de una comunidad autónoma subdesarrollada».
Luisa Castro, la novelista, fue «la segunda mujer», como el título de la novela, de Xavier Rubert de Ventós, un ex filósofo dedicado a la política y que es el muñidor espiritual de los mayores disparates que han informado el Estatuto de Cataluña. Esa idea romántica de «paisaje» de Verdaguer y Maragall (poeta), transformada ahora en axioma político justificativo de la identidad catalana, parece que fue una de sus «genialidades»; y la otra, eso de trasponer el concepto de «país» de Pla -el Ampurdán para el escritor- a la concepción nacional de Cataluña. El matrimonio Rubert-Castro, por lo que parece, acabó como el rosario de la aurora, y ahí está la novela, imprescindible para entender qué es lo que hay detrás del «país» que nos ofrecen estos «progres» que bailan alocados en torno a Maragall.
Se trata, pues, de un ajuste de cuentas, escrito con pasión y dolor y, dicho sea de paso, con escasa autocrítica. Claro que, ¿por qué ser autocrítica ante tanto desprecio y maltrato? No he podido evitar poner cara a todos y cada uno de los personajes que van desfilando por sus páginas, ni comparar esta historia patética con esa otra, también de amor, pero ahora con actores reales, que poetiza Pere Gimferrer en «Interludio Azul» y «Amor en vilo» y que el gran escritor dedica al amor de su vida. Frente al «progre Ferré», al menos tenemos los catalanes la ciclópea y dignísima figura del «antiprogre» Gimferrer.
por Lugo liberal el 4/03/2006 05:03:00 p. m.
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