Un comentario pillado en El café de Ocata:
La mejor loa que conozco de la lluvia se encuentra al final de una de las comedias de Aristófanes, “La paz”. Se hace eco de ella Climent Rosset en “Principios de sabiduría y de locura”. Resumo la escena:
Un campesino está viendo caer mansamente la lluvia desde su casa y siente que no hay nada mejor que este espectáculo. El dios –piensa- está trabajando por él. No puede ni podar ni cavar la viña porque la tierra está empapada. Todo lo que tiene que hacer en un día así es llamar a sus vecinos para que vengan a beber a su casa. Su mujer tostará habichuelas y granos de trigo y cubrirá la mesa de higos secos. Unos traerán tordos y pinzones y otros calostro y algún pedazo de liebre (“si es que ayer por la tarde la comadreja no se los comió”) y todos disfrutarán mientras llueve, porque “estas horas son bellas” ya que “el cielo trabaja por nosotros y favorece nuestros campos”.
Exactamente así me imagino yo estos días a Montilla y a sus “consellers”.
La mejor loa que conozco de la lluvia se encuentra al final de una de las comedias de Aristófanes, “La paz”. Se hace eco de ella Climent Rosset en “Principios de sabiduría y de locura”. Resumo la escena:
Un campesino está viendo caer mansamente la lluvia desde su casa y siente que no hay nada mejor que este espectáculo. El dios –piensa- está trabajando por él. No puede ni podar ni cavar la viña porque la tierra está empapada. Todo lo que tiene que hacer en un día así es llamar a sus vecinos para que vengan a beber a su casa. Su mujer tostará habichuelas y granos de trigo y cubrirá la mesa de higos secos. Unos traerán tordos y pinzones y otros calostro y algún pedazo de liebre (“si es que ayer por la tarde la comadreja no se los comió”) y todos disfrutarán mientras llueve, porque “estas horas son bellas” ya que “el cielo trabaja por nosotros y favorece nuestros campos”.
Exactamente así me imagino yo estos días a Montilla y a sus “consellers”.
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