Por Carlos Ruiz Miguel
[...] La relación con Marruecos se ha basado, en primer lugar, en una errónea idea de lo que se entiende por vecindad. Resulta asombroso que, cuando se habla de Marruecos, no se plantee ni como hipótesis que "vecindad" pueda significar algo distinto de "buena vecindad". No parece necesario hacer una lista de países fronterizos que mantienen unas relaciones conflictivas. Lejos de representar una excepción, el caso hispano-marroquí es muy normal, sobre todo cuando las fronteras no son sólo políticas, sino culturales, religiosas o económicas: ahí están los casos de Grecia y Turquía, Turquía e Irak, la India y Pakistán, Rusia y Ucrania, USA y México, Israel y Siria, por citar sólo unos pocos.
Como sucede en la vida común, la vecindad entre países no tiene por qué ser armónica. Una buena vecindad presupone que las partes siguen y respetan en sus relaciones unas mismas reglas. Por lo demás, las relaciones son de vecindad y no de sumisión cuando las reglas no las impone una de las partes, sino que han sido pactadas por ambas.
Es evidente que éste no es el caso cuando hablamos de las hispano-marroquíes. Rabat sigue incumpliendo el acuerdo de repatriación de inmigrantes procedentes de terceros países que suscribió en 1992, con un Gobierno socialista en La Moncloa. Asimismo, incumple sus obligaciones para con el Derecho Internacional cuando se niega a delimitar las fronteras marítimas con Madrid. Y, por si esto fuera poco, pretende vetar las visitas de los responsables políticos españoles a un territorio cuya soberanía es indiscutida e indiscutiblemente española para el Derecho Internacional.
La conclusión es evidente: mientras Marruecos no asuma las reglas del Derecho Internacional en su conducta exterior, jamás podrá ser un buen vecino.
Así pues, es falso que el Gobierno Rodríguez tenga unas "buenas relaciones" con Marruecos. De entrada, el Gobierno Rodríguez tendría que explicar cómo puede haber unas "buenas" relaciones con un Estado que se niega a cumplir un tratado sobre emigración que él mismo suscribió, que ha ocupado parte del territorio español en Melilla y que ha otorgado concesiones petrolíferas en aguas próximas a Melilla y que no le pertenecen. [...] Sigue leyendo en la revista de Exteriores de Libertad digital- Artículo relacionado: El mito de la amistad marroquí
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