Sarkozy suprimirá las 35 horas y flexibilizará contratos y despidos

Nicolas Sarkozy considera que el modelo social francés es «injusto, insostenible, ineficaz y favorece la irresponsabilidad, la desigualdad y la improductividad».

Me entero por Alberto Hernández de que Sarkozy (el Presidente que es liberal los días pares) se va a enfrentar a todo un Goliat: el funcionariado francés, el más numeroso de la vieja Europa. La
izquierda ya ha reaccionado y habla de que quiere provocar una “guerra social”.El presidente propone un «nuevo contrato social que deberá impulsar el trabajo después de los 65 años, flexibilizar la jornada laboral de 35 horas semanales y favorecer contratos y despidos «más flexibles». Unos 500.000 empleados del sector público y un millón de retirados gozan de un estatus ventajoso de jubilación y de pensión que Nicolas Sarkozy quiere rebajar a la altura de los demás funcionarios. Abolición de la jornada laboral de las 35 horas. Cada empresa puede consensuar el nuevo régimen con los trabajadores. Penalización fiscal. Se aplicará a quienes decidan jubilarse prematuramente. Pero se incentivará a los que prolonguen la actividad después de los 65 años. Persecución del fraude laboral. Se perseguirá también a los 'parados profesionales', es decir, a quienes permanecen en paro pese a habérseles ofrecido trabajo. Revisión al alza de las pensiones más frágiles. Las primeras: de viudedad.
Nicolas Sarkozy ganó las elecciones presidenciales el 6 de mayo y ocupó el trono del Elíseo 10 días más tarde, aunque fue ayer cuando ofició verdaderamente su discurso de investidura. Solemne, mesurado, ecuánime, el jefe del Estado dio a conocer los detalles del nuevo contrato social con Francia y se atrevió a desmantelar los regímenes especiales. La segunda fase de reformas que se prolongará todo el próximo semestre, debe atacar el más grave e inflamable de los problemas: la ineficacia, injusticia y alto coste de un modelo social basado en los privilegios del sector público.
El concepto alude a los privilegios que gozan 500.000 empleados del sector público y otro millón de jubilados. Pertenecen a categorías que antes estaban relacionadas con un particular desgaste físico -transportes, electricidad, gas...-, pero el presidente francés, consciente del peso de semejante anacronismo, considera que deben armonizarse sus condiciones de trabajo y de jubilación con las del resto de la clase funcionarial. La iniciativa es delicada, porque los regímenes especiales forman parte del patrimonio sindical e identitario francés. El ex presidente galo Jacques Chirac trató de suprimirlos en 1995, pero la brutalidad de las huelgas y la resistencia popular le obligaron a retirarse y a colocar en la guillotina la cabeza del primer ministro Alain Juppé. Por eso a lo largo del verano se votaron leyes para asegurar los servicios mínimos de los transportes públicos. Así Sarkozy pretende impedir que los sindicatos puedan paralizar Francia en semanas. Ayer el Jefe de Estado anunció una nueva maniobra táctica: la reforma de los regímenes sociales especiales se hará «empresa por empresa, sector por sector», con el fin de favorecer la dispersión sindical y terminar por imponer la reforma global desmenuzándola en diversos capítulos a negociar con distintos calendarios.
La semana laboral de 35 horas sufrirá una nueva reforma. Los contratos serán revisados imponiéndose «flexibilizaciones» de todo tipo. Se penalizarán fiscalmente las jubilaciones anticipadas y se favorecerá a las empresas y trabajadores que decidan extender el trabajo después de los 65 años.
A juicio del presidente, el modelo social francés «ha llegado a un límite insostenible». El Estado francés ha terminado transformándose en un «ogro filantrópico» (Octavio Paz), creando pobreza, dando el peor ejemplo de improductividad e injusticia. A juicio de Sarkozy, Francia necesita «con urgencia un nuevo contrato social» incrementando las libertades y consolidando la solidaridad. Más información en Castilla-La Mancha liberal

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