¿Evaluará estos conocimientos algún profesor de EpC?

Dentro de unos días, en siete autonomías se comenzará a imponer la polémica Educación para la Ciudadanía. Teóricamente el fin es loable: educar en valores comunes a nuestros jóvenes para que no sólo aprendan conocimientos teóricos, si no que tengan unos referentes éticos (que en nuestro caso serían los valores constitucionales y los de las democracias occidentales) que deberían seguir. Lo malo es que los españoles nunca nos pondremos de acuerdo en cuálos son esos valores comunes. Mientras unos profesores explicarán que Franco era un demócrata y que gracias a él España cambió espectacularmente entre 1960 y 1970 (cuando más bien fue a pesar de él y fue realmente cuando tuvo que rectificar su política económica y exterior cuando España prosperó) y otros nos dirán que en la República fue legítima, o que el partido socialista en 1931 creía en la democracia o reivindicarán los muertos solamente de uno de los bandos de la guerra civil. Es lógica la preocupación por la implantación de la asignatura, ya que lesiona la libertad de educación y la libertad ideológica que reconoce y protege nuestra Constitución. Otro ejemplo más lo tenemos en el artículo de Justino Sinova en El Mungo de ayer. Aquí os dejo un extracto:
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…] Lo que pretende el libro [Educación para la Ciudadanía, obra de tres profesores (Carlos y Pedro Fernández Liria, y Luis Alegre Zahonero)], sobre todo, es desprestigiar el sistema económico de la democracia liberal para reivindicar, a estas horas, el sistema comunista, olvidando sus liberticidaas y sangrientos fracasos. Algunos ejemplos:
- La primera, contra el capitalismo: «Cada 30 o 40 años se mata a casi todo el mundo y después se convocan elecciones. Esta forma de educar a la ciudadanía ha sido, hasta el momento, suficientemente eficaz para que los votantes eligieran como dios [en minúscula] manda. Y así es como el capitalismo ha logrado ser compatible con la democracia durante periodos a veces relativamente largos» (p. 238).
- La segunda, en pro del comunismo: «Ni una sola vez se le ha permitido ensayar si podía ser compatible con la democracia [pese a que duró 70 años en la URSS]. Cada vez que ha habido una oportunidad para que (...) funcionara como tubo digestivo por cauces democráticos y parlamentarios (...), el capitalismo ha decidido aliviar sus dolores de estómago bombardeando el parlamento, haciendo reventar la democracia con el antiácido de la CIA, la OTAN, (...) el apoyo paramilitar y paraperiodístico de las grandes corporaciones que dominan los medios de comunicación, todo un ejército de periodistas que han evitado estar en paro a fuerza de convertirse en mercenarios» (p. 208).
- Con ser esto tan sorprendente, el lector encuentra muchos más motivos para el pasmo. Daré otros ejemplos: la Declaración de Derechos Humanos «no es más que un papel mojado que unas cuantas ONG se dedican a pasear por aquí y por allá» (p. 120); «el capitalismo hace imposible que el derecho funcione bien» (p. 136); «ningún Estado ha mostrado jamás una eficacia totalitaria tan potente y tan profunda como el propio sistema capitalista» (p.151); «ante los ojos atónitos del planeta y la rabia sin límites de los dueños del mundo, en Venezuela se está emprendiendo una verdadera revolución [para] obligar a los poderosos a comportarse como meros ciudadanos» (p. 172); «bajo el Gobierno sandinista, en Nicaragua se dio lo más parecido a una democracia que se había podido contemplar jamás» (p. 198). […]

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