Todavía recuerdo con escalofrío el accidente sufrido por el piloto de Fórmula 1 Robert Kubica en el circuito de Montreal, y con el que yo pensaba que aumentaría la lista de pilotos de Fórmula 1 muertos en circuitos (después hablamos de la injusticia de sus sueldos)...
Cuando la FIA hizo públicos la semana pasada los datos oficiales del accidente de Robert Kubica en Canadá, ni los propios técnicos se explicaban como el piloto polaco había salido ileso. El HANS garantiza la integridad del cuello del piloto hasta una decelaración frontal de 45G, es decir 45 veces la fuerza de la gravedad, pero el impacto del BMW-Sauber de Robert fue de ¡más de 78G!, tras un choque a 230 km/h.
Podemos darle gracias a la ciencia por haberle salvado la vida, gracias a los sistemas de amortiguación, frenado, el casco, cinturones, barras de materiales casi sacados de un libro de ciencia ficción y... ¿Alguien ha dicho ciencia? No, disculpen. He encontrado una explicación mucho más racional a la supervivencia de Kubica: ¡Una pegatina de Juan Pablo II en el casco del piloto!
Ahora, el Vaticano ha abierto una investigación acerca de los ‘milagros’ realizados por el Papa Juan Pablo II y Kubica podría ser llamado para testificar. Según informó ayer la agencia polaca PAP citando fuentes del Vaticano, se investiga si Juan Pablo II obró el “milagro” de que saliera ileso. Kubica siempre corre con un casco que incluye el nombre del Papa ya fallecido junto a la visera. Me pregunto cuál es el papel de Robert Kubica en la Historia para que venga Juan Pablo II a salvarle la vida y no se moleste en otros miles de personas que mueren en accidentes de tráfico, ya sean católicos o no. Justicia divina, supongo.
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