¿Por qué subvencionar todas las películas españolas?

¿Existe el nacionalismo español?

No solo existe, sino que es tan carca, retrógrado y esencialista como el periférico. Los nacionalistas españoles hablan de proteger nuestra identidad, de blindar nuestras fronteras a las ingerencias foráneas y de preservar intacto nuestro Edén cultural. El nacionalismo español es una realidad y nadie lo encarna mejor que la actual ministra de Cultura, Carmen Calvo. Gracias al debate que mantuvo en la 2, junto a Fernando Trueba, podemos saber que todo nuestro cine, por el mero hecho de proceder de España y representar “una forma de vida con particularidades”, puede enorgullecerse de definirse como cultura y merece un lugar en la historia junto a Cervantes.

Calvo y Trueba caen en la defensa identitaria del cine español, ya que es la única a la que cabe aferrarse, dado el pasotismo del público y la crítica internacional. Según ellos el cine español es una maravilla y si el público no acude a verlo es porque o bien somos unos borregos o bien los americanos nos asedian con cine palomitero.

Dando por válido este razonamiento y presuponiendo que hubiese que promocionar el cine español -no porque es nuestro sino porque es de calidad- ¿por qué los cineastas no trabajan en base a objetivos como en muchas empresas e incluso organismos públicos? Lo más razonable sería supeditar la concesión de subvenciones al logro de premios internacionales o cuotas de audiencia, pero poco puede esperarse de un sector representado en un director que despeja las acusaciones de despilfarro con un: “¿Por qué eres tan celoso de tus impuestos?” y alcanza la cumbre de su argumento al decir que “¡Tú trabajas para Jimenez Losantos!”





vía Doce doce

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