De Juana Cho

Por Manuel Molares do Val


La mirada de ira y odio del multiasesino de la Universidad de Virginia con los brazos en cruz y una pistola en cada mano es exactamente igual que la de Iñaki de Juana Chaos en un hospital mirando a la cámara que lo retrataba.

Sí: la cara es el espejo del alma, y unificando ambas imágenes resultarían “Los ojos de De Juana Cho Suen-Hui”.

Uno, con 27 asesinatos durante unos años, y el otro con 32 en un día. Uno, anunciando su suicidio, el otro, suicidándose.

Cho Suen-Hui no matará más. De sobrevivir, Virginia lo condenaría a muerte y sería uno más del centenar de ejecutados desde 1976, cuando se reinstauró allí esa pena (http://deadlinethemovie.com/state/VA/index.php).

En Virginia, Cho sería el primer asiático al que electrocutarían, método de ejecución cuyo coste es seis veces superior a la cadena perpetua (http://www.vadp.org/info.htm).

Decenas de organizaciones hacen campaña para que ese castigo definitivo se conmute por el de cadena perpetua, sobre todo, porque en ese Estado se ha ejecutado a reos que después se supo que eran inocentes y, al menos, a un adulto con ocho años de edad mental.

En España nadie pide la pena de muerte para De Juana Cho, ese ser tan cruel como el de la masacre de la Virginia Tech, con su misma mirada.

Pero, por lo menos, la mayoría deseaba que cumpliera el año de cárcel que le faltaba tras estar encerrado solamente 19 años por tantos asesinatos.

EE.UU. es el país cuna de las democracias modernas. Comete errores, como el de la pena de muerte. Pero es más justo conmutando esa pena por cadena perpetua que España liberando a De Juana Cho para que se ría de los familiares de sus víctimas por las calles que ensangrentó.

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