Interesantísimo discurso de Mariano Rajoy en el Debate sobre el Proceso

Como todo el mundo sabe, esta historia comienza cuando, hace algunos años, se inician los contactos entre algunos socialistas y el entorno de ETA. De esta tertulia informal surgió el año 2004 un proyecto de diálogo con el Gobierno. ETA vio en el señor Rodríguez Zapatero una oportunidad nueva, y el señor Rodríguez Zapatero consideró que en sus particulares planes de reforma Constitucional, nueva transición, reconstrucción de España o como se quiera llamar eso, tenían cabida las reivindicaciones terroristas fundamentales, con lo cual se liquidaba el conflicto. El caso es que ambas partes vislumbraron amplias posibilidades de entendimiento.

Los primeros acuerdos cristalizaron en un programa, un esbozo de calendario y dos mesas de negociación. La agenda para ambas mesas era muy extensa, pero faltaban algunas cosas. Por ejemplo, en ningún punto figuraba la disolución de la banda y la entrega de las armas. Fruto de estos preacuerdos —a los que bautizaron como proceso de paz para darle gusto a ETA— fue la Resolución que esta Cámara aprobó en mayo de 2005. Mi grupo no la votó. Ese día usted rompió formalmente el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Usted lo rompió, usted trajo la propuesta de resolución a esta Cámara y cuando ha habido un fracaso en su política, es obligado que comparezca usted aquí. Yo he pedido su comparecencia no para que explique un atentado, sino para que explique los efectos del cambio en su política antiterrorista y qué es lo que va a hacer en el futuro.

En marzo de 2006 la banda terrorista anunció lo que llamaba un alto el fuego permanente. En ningún rincón del comunicado terrorista apareció, ni siquiera insinuada, la voluntad de poner fin al terror. ETA no renunciaba ni a su fuerza de coacción, ni a sus exigencias políticas. Peor aún: en el supuesto de que se torciera el negocio, se reservaba la capacidad de reanudar todas sus bellaquerías criminales. Cualquiera hubiera podido aventurar que, tras estos dos pasos rituales, llegaría el atasco. Así ha sido. Durante nueve meses, se han amontonado incontables pruebas de que esta aventura no funcionaba. El señor Rodríguez Zapatero ha hecho todo lo posible para disimularlo, pero sin éxito. Los hechos son tan testarudos que hasta debajo de las mantas hacen bulto.

Terrorismo callejero, chantaje a empresarios, amenazas de muerte, robo de pistolas, impertinencias de Otegui, exigencias de autodeterminación… no ha faltado ni un alarde de fusileros. ETA ha exigido al Gobierno, lo ha presionado, le ha impuesto plazos, le ha hecho todo lo que el Gobierno se ha dejado hacer para no arriesgar su proceso. Desde noviembre pasado se viene hablando de franco estancamiento, de una posible ruptura y de un más que posible atentado, aunque nada de eso se haya reconocido públicamente. Todo lo contrario. Según el Gobierno estábamos en el mejor de los mundos.

Tan contento se mostraba el señor Rodríguez Zapatero de la marcha de las cosas, que el día 29 de diciembre se dirigió a la nación para que los españoles no nos acostáramos sin saber que estábamos mucho mejor que hace un año. Como es sabido, mientras él ocupaba la televisión, un comando de terroristas entraba en Madrid y aparcaba una furgoneta bomba en Barajas. A la mañana siguiente todos pudimos comprobar hasta qué punto estábamos mejor que hace un año. Fue un error y está bien que lo reconozca en esta Cámara, señor presidente. Debería haberlo hecho antes. Pero las preguntas que caben hacerse son las siguientes: ¿Qué vale su palabra después de todo esto, señoría? ¿Qué fiabilidad puede tener cualquier propuesta relacionada con el terrorismo que venga de usted? ¿Qué vale su capacidad de análisis, su conocimiento de la situación? ¿Dónde está la prudencia que debe guiar las decisiones de cualquier dirigente? No quiero dramatizar, pero tampoco voy a pasar las cosas por alto.

En Libertad Digital el interesantísimo Discurso completo de Rajoy y el de Zapatero

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