Cine en Navidad: ¡Qué bello es vivir!

vía El correo gallego

24.12.2006 El reciente Nobel de la Paz concedido al bengalí Muhammad Yunus nos recuerda el sistema propuesto por ‘¡Qué bello es vivir!’, basado en obtener “el máximo de beneficios”, pero también en “hacer el bien a las personas y al mundo”.

ALEJANDRA JUNO

El mercado anglosajón ha hecho de ¡Qué bello es vivir! la película de la Navidad por excelencia. Pero no es ésta una relación aleatoria. El filme del católico Frank Capra reúne todos aquellos valores que identificamos con la Navidad, y al mismo tiempo es un excelente muestrario de los preceptos de la filosofía del humanismo cristiano. Por eso, en este filme se defiende con pasión la noción de la insustituible existencia del individuo y se insiste en la idea de que una sola persona puede cambiar el mundo; se subraya el hecho de que la vida es un don divino que no pertenece más que a su creador, quien observa a sus criaturas a través de la Divina Providencia, dotándolas de todo aquello que les haga falta para ser felices (representado esto en la clásica iconografía del ángel); se introduce en la trama el sacrificio como elemento redentor y se defiende a la familia y a la comunidad basada en los buenos sentimientos como los generadores de un inquebrantable optimismo en la naturaleza y en el destino humano.

Pero además de eso, aunque a menudo soslayado, ¡Qué bello es vivir! constituye también un potente discurso económico a favor de un capitalismo equilibrado y participativo. La lucha del inolvidable protagonista, George Bailey, en contra del malvado y usurero Mr. Potter es el mejor exponente que posee la cultura popular para tratar lo antitético de los monopolios en los sistemas económicos democráticos. Muy al contrario del propio FBI, que llegó a considerar la película anticapitalista por su defensa del hombre común en contra de las concentraciones financieras, ¡Qué bello es vivir! es una lección de liberalismo básico en tanto en cuanto defiende un libre mercado abierto para todos y en el que todos puedan ofrecer su producto. Desde ese punto de vista, la película se convierte en un canto a la pequeña empresa, a la clase media y a la distribución no intervenida de la riqueza, desarrollándose en el sentido de conciliar el interés individual con la virtud comunitaria.

Bedford Falls es una entrañable ciudad del norte de los Estados Unidos donde la familia Bailey regenta una compañía de préstamos continuamente amenazada por el Sr. Potter, el hombre "más rico y ruin del condado". Éste personaje, caracterizado como un moderno Mr. Scrooge, es un banquero deseoso de hacerse con el pequeño negocio de los Bailey, una compañía de empréstitos orientada a la generación de beneficios económicos propios, claro está, pero también, y simultáneamente, a la generación de beneficios para la comunidad. Como dice el patriarca Bailey: "En pequeño nosotros también hacemos cosas importantes. Satisfacemos las pequeñas necesidades". Pero Potter quiere ser el amo absoluto del lugar, interviniendo en el destino de todos sus habitantes por medio del control de toda la riqueza del pueblo a través de su monopolio financiero, aniquilando la existencia de otras opciones. La pequeña compañía de empréstitos reinvierte su capital en el préstamo inmobiliario, facilitando que todos los vecinos del pequeño lugar puedan poseer su propia casa y cumpliendo así uno de los preceptos básicos del liberalismo, que no es otro que la defensa de la propiedad privada. La otra y única opción que les resta a los conciudadanos de Bailey es vivir en régimen de alquiler en los "barracones" que posee Potter. Por eso, cuando la película recrea el pánico económico de 1933, George Bailey convence a sus clientes de que no retiren el dinero de su empresa, porque el dinero "está en los ladrillos de la casa de cada uno de ellos", refiriéndose a las "otras maneras de ahorro", que no necesariamente tienen que expresarse siempre en dinero líquido. Evidentemente el discurso sustentado por ¡Qué bello es vivir! apela al sentido ético del ejercicio de la economía de libre mercado, que debe tener como norte la solidaridad comunitaria como método de propia supervivencia. Esa solidaridad alcanza su punto máximo cuando todo Bedford Falls acude a ayudar económicamente al protagonista que está a punto de ingresar en la cárcel por la pérdida de 8.000 dólares. Cantidad que, fuera de cualquier práctica económica legítima, ha sido sustraída de manera vil por el malvado Potter. El filme no habla más que de la necesidad de una visión humana de la economía que opera tanto cuando Bailey concede sus pequeños préstamos para sus vecinos como cuando éstos donan sus ahorros para salvarle del apuro. Nadie es un fracaso si tiene amigos, acaba afirmando la película. El dinero es un medio, pero no un fin. ¡Qué bello es vivir! fue considerada en el año 2006 como el filme más impactante de todos los tiempos según el American Film Institute. Y no es de extrañar cuando se reflexiona sobre los objetivos de la cinta. Como dijo su director en su autobiografía: "No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado".

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