Por Thomas Sowell en Libertad Digital
Los disturbios estudiantiles en París nos recuerdan que la educación en instituciones académicas de élite no es suficiente ni para educar en una moral más elevada ni para enseñar algo de economía básica. Ni en este lado del Atlántico ni en el otro. ¿Por qué los alumnos de la Sorbona y otras distinguidas instituciones están ensuciando las calles y atacando a la policía? Porque quieren privilegios en el nombre de los "derechos" y son demasiado ignorantes en economía para darse cuenta que esos privilegios les cuestan trabajos.
Como otros países de
Aunque tarde, algunos funcionarios franceses han comenzado a ver que las leyes de la estabilidad laboral hacen que sea más arriesgado y más caro para un empresario contratar a trabajadores sin experiencia, sin una hoja de servicios, con quienes tendrían muchos problemas a la hora del despido si las cosas no salieran bien. La tasa de desempleo en Francia es del 23% para trabajadores jóvenes hasta los 25 años de edad. Para tratar de luchar contra esa tasa de desempleo tan alta entre jóvenes trabajadores, se han modificado las leyes de estabilidad laboral, para que sea más fácil poder despedir a esos trabajadores que están en su primer empleo.
Eso es lo que tiene indignadísimos y enloquecidos a los alumnos franceses por las calles de París. No quieren que los empresarios puedan despedirles después que se gradúen y vayan a trabajar. Los alumnos y sus defensores políticos, que incluyen a los sindicatos, son representados como víctimas. Entre los eslóganes coreados por los amotinados estaba: "No somos carne fresca para el jefe". Aparentemente se les ha escapado el detalle de que muchos jefes no parecen querer contratar esa carne fresca.
Un diputado izquierdista ha declarado lo siguiente: "¡Crear discriminación por la edad transgrede derechos fundamentales!" En otras palabras, la gente tiene derecho a que otras personas tengan que seguir contratándoles, quieran o no esas otras personas. El "derecho fundamental" a un trabajo se impone sobre los derechos de otras personas cuando esas personas tienen título de "jefes".
El simple hecho que muchos alumnos sólo puedan pensar en términos de "derechos" pero no en términos de consecuencias, muestra una gran deficiencia en su educación. El derecho a un trabajo obviamente no es lo mismo que un trabajo. En caso contrario no habría una tasa de desempleo del 23% entre los jóvenes trabajadores franceses. La ley puede crear derechos iguales para jóvenes trabajadores sin experiencia y para trabajadores más mayores con una hoja de servicios, pero la ley no puede hacerlos igual de productivos en el trabajo o que sus contratos tengan igualdad de riesgo. Ni tampoco causar disturbios hará que los empresarios se inclinen más a querer tener a jóvenes trabajando para ellos.
Se estima que el daño hecho por los vándalos –llamados "manifestantes" en los medios, maestros del eufemismo– oscila entre cientos de miles de dólares hasta el millón, por ahora. También han cerrado docenas de universidades, incluso la Sorbona, negándoles una educación a los otros alumnos.
El primer ministro francés Dominique de Villepin, que está de acuerdo con la nueva ley laboral, ha visto cómo se hundía su porcentaje de aprobación hasta el 36%. Eso le pasa a uno cuando trata de hacer entrar en razón a gente que prefiere seguir creyendo tonterías.
Es economía básica que agregar a los costes de contratar a trabajadores, incluyendo riesgos, tiende a reducir el número de trabajadores contratados. No debería ser novedad para nadie, hayan ido o no a una universidad, que subir los costes por lo general implica menos transacciones.
El hecho de que tan profunda ignorancia en economía tan elemental y semejante emocionalismo autocomplaciente estén tan extendidos en destacadas instituciones de educación superior es uno de los muchos fracasos profundamente arraigados en las universidades a ambos lados del Atlántico.
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