La noche de Tejero (23-F)


Por César Alonso de los Ríos en ABCD


En mayo de 1981 José Oneto publicó La noche de Tejero que fue el primero de todos los libros que se han escrito sobre la intentona golpista del 23-F
. A estas alturas, sabemos bien hasta qué punto era arriesgado escribir un instant book sobre un hecho tan extraordinariamente complicado: en efecto, aún no sabemos si hubo una autoría o varias, o si, habiendo una conspiración o varias, fueron intervenidas y finalmente anuladas... Sin embargo, el informe que escribió Oneto a los tres meses sigue siendo un escenario válido.

El acierto del periodista fue atenerse de modo riguroso a los hechos tal como fueron apareciendo, someter el relato a un método estrictamente temporal (la mañana, la tarde, la noche, la madrugada y la liberación) además de aportar materiales tan útiles (y tan morbosos) como las llamadas «conversaciones del golpe». ¿Valía la pena reeditar ahora aquel informe de Oneto? Valía como rescate de un texto histórico, pero ni el autor ni el editor han querido quedarse en eso. 23-F. La historia no contada (Ediciones B) es otro libro por cuanto a aquel texto, tembloroso aún por el dramatismo de los hechos tan cercanos, se ha añadido una revisión de las principales investigaciones publicadas hasta la fecha y una interpretación que no va a dejar insensibles a los historiadores. El autor es modesto al calificar de «introducción» las setenta páginas que ha añadido.

Demasiadas incógnitas. La simple enumeración de las incógnitas que siguen sin resolverse veinticinco años después es reveladora de la apertura de hipótesis que insinúa José Oneto y que, de ser respondidas, vendrían a favorecer unas interpretaciones y a debilitar otras. Así, se pregunta por qué nunca fueron investigados los mecanismos por los que El Álcazar anunció el día y la hora de la entrada de Tejero en el Parlamento; o por qué no fue juzgado el capitán Sánchez Valiente, del CESID, después de haber huido de España con papeles comprometedores; o por el sentido de las palabras del Rey a Miláns del Bosch («después de este mensaje no puedo volverme atrás») y por el contenido de la última entrevista que mantuvo, el día 13 de febrero, el general Armada con el Rey; o por qué no hubo investigación alguna sobre los movimientos de la Embajada norteamericana...


Pero si las incógnitas siguen siendo muchas, ¿qué decir de las contradicciones [absolutas] entre unas interpretaciones y otras? Alguno de los investigadores ha defendido la implicación del Rey (Pardo Zancada, procesado y condenado); otros han entendido que el 23-F fue la confluencia circunstancial de varias acciones golpistas (Javier Calderón, del CESID); para otros, Tejero fue objetivamente el reventador del golpe de los coroneles en función de los intereses personales de Armada (Martínez Inglés)... Por fin, Jesús Palacios ha atribuido a los servicios de inteligencia la autoría intelectual de todo lo que ocurrió aquella noche, ya que no se podría hablar sólo de golpe de Tejero (Platón y Cuenca Toribio) y ni siquiera de los tres golpes de Tejero, Miláns y Armada (Cernuda, Jáuregui, Menéndez, Fernández López), sino de cuatro, si se añade el del CESID. Con la tesis de Palacios, viene a coincidir Perote, el predecesor en el CESID de José Luis Cortina.

Coraje moral. Al margen de la exposición de las interpretaciones, la «introducción» de Oneto me ha interesado por los retratos del general Armada, un iluminado dispuesto a salvar a los demás de sí mismos en beneficio propio, obviamente; así como, por razones bien distintas, el del general Sabino Fernández Campo, personalidad sobresaliente, realmente providencial, que ya conocíamos gracias a la biografía de Manuel Soriano. Pasa por algunos de los escenarios la figura de Adolfo Suárez, a la que los errores no llegan nunca a privar del aura que da el coraje moral (como el que tuvo en la reunión con jefes y oficiales con la que se enfrentó el presidente en un hangar, en Ceuta, poco antes de dimitir).

Uno, dos, tres, cuatro golpes..., ¿cuándo lo sabremos con certidumbre? Lo que sí podemos afirmar es que el golpe quedó en intentona por una razón bien simple: porque, sobre la marcha, y ya en el Parlamento, Tejero dijo que no. Al leer la composición del Gobierno de salvación nacional que le proponía Armada, el golpista dejó de serlo. Resulta que no era un mero instrumento sino que tenía «principios». Bárbaros pero principios. ¿Por qué habría tenido que llegar hasta ese punto para aceptar un Gobierno con González, Solé Tura, Tamames y Múgica? Así que el golpe quedó desactivado por el propio Tejero. ¿Pudo imaginar la gente del CESID una reacción semejante? Únicamente en el caso de que se hubiera conocido de antemano la composición del Gobierno.

Y un detalle propio de las bucólicas: el general Armada, retirado ahora a sus pazos y a sus campos, se ha convertido en el mejor cultivador de camelias de España, mientras Francisco Laina está consiguiendo, según parece, unos tomates envidiables en tierras de Ávila.

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