"No puedo parar de llorar". Así decía uno de los SMS que recibí ayer durante la manifestación. Me lo envió Paloma, quien a cien metros de distancia se conmovía con las palabras de Teresa Jiménez Becerril y de Cristina Paca. A mi lado María, en su primera manifestación a favor de la justicia y contra la rendición ante los asesinos, y otra Paloma, quien apostillaba con acierto algunas de las palabras de los oradores. Y a mi alrededor, muchas otras, algunas con sus hijos, otras con amigos... Me preguntaba cuántas habrían dejado la cena hecha antes de acudir a la manifestación, al igual que Gotxone trae tuppers para su hijo en sus viajes semanales a Madrid. Mamá tupper y madre coraje.
Una de las cosas que más llaman la atención en el Museo de Bellas Artes de Bilbao es la fuerza de algunos retratos femeninos. Nada tienen que ver con la Madonna rafaelesca, arquetipo de mujer con la que casi todos nos hemos criado. Algunos explican esta "anomalía" apelando al supuesto matriarcado de los vascos. Lo dudo.
No sé si serán los nueve meses de ventaja que las mujeres nos llevan, su capacidad para ver las cosas desde varias perspectivas simultáneas o el desdoblamiento que la sociedad moderna les impone y al que por desgracia algunas sucumben. En todo caso, lo cierto es que esa mujer vigorosa, casi hercúlea, de los retratistas vascos no se circunscribe a esa región ni describe una desviación, sino que revela que ellas con capaces de integrar ternura y combatividad, y que tras las lágrimas no hay blandura, sino garra.
A todas esas mujeres que luchan por la libertad en España, no sólo las que lideran, sino también las que silenciosamente acuden a las manifestaciones y concentraciones tras una dura jornada en casa. A las que apenas durmieron la noche anterior porque tuvieron que lavar, limpiar, cocinar, llevar al niño al fútbol y luego taparse las ojeras, arreglarse el peinado y ponerse unos tacones, "porque a estas cosas no se puede ir de cualquier manera" quiero expresar mi admiración. Ellas son sin duda lo mejor de nosotros, y de ellas deberíamos aprender. Espero que la semilla de lucha y tesón que están plantando en las almas de los que tenemos el privilegio de compartir un cachito de nuestras vidas con ellas germine y sea el preludio de un futuro mejor.
Que Dios las bendiga.
Vía Pandemonio
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