El problema no es ETA, somos los españoles

El gudari de Alsasua

Tengo delante un mural callejero en plan épico, al estilo de los del IRA: un aguerrido combatiente por la libertad y la independencia, remangado y viril, puño en alto y Kalashnikov en la otra mano, con las palabras Euskal herría dugu irabazteko –tenemos que ganar Euskalerría– pintadas al lado. […]

Pero resulta que no. Que de Irlanda, nada. Que el mural al que me refiero está en una calle de Alsasua, Navarra, y que la patria a la que se refiere, integrada con el resto de los pueblos de España, partícipe y protagonista de su destino común desde los siglos XIII y XIV, goza hoy de un nivel de autonomía y autogobierno desconocido en ningún lugar de Europa, incluida la parte de Irlanda que aún es británica. O sea, que no es lo mismo; por mucho que se busquen paralelismos con lo que ni es ni nunca fue, y por mucho que ciertos cantamañanas que no tienen ni pajolera idea de las historias irlandesa y vasca sigan el juego idiota de la patria oprimida. Aquí, ahora, los oprimidos son otros. Por ejemplo, los dos pobres ecuatorianos de la T-4, oprimidos por toneladas de escombros.

[…] ¿cómo es posible que esos fulanos, sin otra inquietud intelectual que averiguar cuáles son los polos positivo y negativo de las pilas que harán estallar la bomba o el lado de la pistola por donde sale la bala, hayan conseguido que toda España esté pendiente de ellos?[…]

En mi opinión –que comparto conmigo mismo–, tanto disparate prueba que ETA no es el problema. Que en realidad es sólo un pretexto para que nuestra ruindad cainita, nuestra miserable naturaleza, se manifieste de nuevo. Ni siquiera la perversa imbecilidad de los partidos políticos, incluida la permanente mala fe de los nacionalistas, justifica la situación. ETA y sus consecuencias son sólo un indicio más de nuestra incapacidad para obrar con rectitud. Síntomas de la sucia España de toda la vida, enferma de sí misma; la del rencor y la envidia cobarde; la del por qué él y yo no; la que desprecia cuanto ignora y odia cuanto envidia; la que retorna pidiendo cerillas y haces de leña, exigiendo cunetas y paredones donde ajustar cuentas; la que sólo se calma cuando le meten dinero en el bolsillo o ve pasar el cadáver del vecino de quien codicia la casa, el coche, la mujer, la hacienda. Al observar el comedero de cerdos en que, con la complicidad ciudadana, nuestra infame clase política ha convertido treinta años de democracia bien establecida, se comprenden muchos momentos terribles de nuestra historia. […]

El problema no es ETA. Ni siquiera nuestros miserables políticos lo son. El problema somos nosotros: la vieja, triste y ruin España.

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