Decían los filósofos helenísticos que no podemos conocer cómo son las cosas en sí, pues la sensación sólo tiene que ver con la apariencia, por tanto no deberíamos decir: esto es, sino y como mucho esto me parece. Hace poco un buen amigo se quejaba amargamente de los males que nos estaba trayendo la deslocalización de la industria occidental, recuerdo que entonces me encogí de hombros y le dije “no te preocupes tanto, que ya volverán”, panta rei, todo fluye.
Coincidía que en aquellos días estábamos asistiendo al severo varapalo propinado por franceses y holandeses a la constitución de la Unión, analistas y tertulianos se afanaban en buscar explicaciones a un fenómeno con el que no contaban hasta hacía bien poco, tan sólo seis meses atrás había confianza en que el tren europeo caminaría siempre en la misma dirección, esto es, constitución consensuada entre todos y ampliación de socios. Y hete aquí que la Europa de la industria y la mercancía, del eterno progreso, del Laissez faire, laissez passer, parecía correr temerosa a encerrarse sobre si misma.
Contemplamos como la derecha más rancia desempolvaba sus banderas nacionales para reivindicar antiguas glorias imperiales, a la vez, la izquierda sindical y aburguesada temblaba ante la probable invasión de aquellos “fontaneros polacos”, o sea, los productivos y bien formados técnicos del Este, criados en el sacrificio y en la fuerza del trabajo, muy capaces de tumbar los precios a base de prescindir del cobro de extrañas plusvalías, por ejemplo esa especie de g
Todos a una se concitaron en aullar en contra de la pasmosa industriosidad oriental, culpando a los empresarios que quedan en Europa, que cada vez son menos, de practicar una vergonzosa deslocalización. Bueno, me dije entonces, pues va a ser verdad que no existe memoria histórica, mientras Europa estuvo poblada por naciones en permanente expansión industrial y colonial, nadie veía inconveniente alguno en practicar el más amplio liberalismo económico, esto es, apertura de mercados, libre circulación de productos y personas y, desde luego, abolición de tasas y cargas a
Yo creo que la última entrevista que Nick Gillespie realizó al polémico escritor Johan Norberg para la revista Reason que pueden leer aquí, aclara bastante las cosas, puede que asistamos ahora a la proliferación de las brutales “fabricas del sudor” en Oriente, pero con frecuencia olvidamos que fue así, justamente así, la manera en que nosotros comenzamos; no le podemos negar el comercio al vecino porque es más pobre que nosotros, lo que le permite al menos competir mejor y crecer en riqueza. No hay más que reparar en lo que hoy es Taiwán o Corea del Sur y compararlo con sus famélicos vecinos, para comprender que la furiosa estatalización y el dirigismo económico no son ya soluciones que debamos tener en cuenta, simplemente no funcionan.
1 comentario:
"Arribistas" se escribe con B de "arriBa".
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